Me han preguntado si tengo gustos culposos y en automático contesté que no, porque todo lo que me gusta tiene una razón y no tendría que esconderlo o andar dando explicaciones sobre esto con nadie, como si le hubiera fallado a un código o estereotipo, como si tuviera que conservar una imagen en específico para no fallarle a nadie. Pero hay dos factores que quedan fuera de esta respuesta y estos son el origen del producto que nos gusta, ya sea este una canción o un corte de carne, y el otro es justamente los motivos que nos llevaron a disfrutarlo. Y es en este sentido donde sí es posible que aparezca la culpabilidad.

Dejando de lado el darle gusto a los demás, cosa que como nos anticipaba la fábula popular del niño, el burro y el anciano es completamente imposible, pues no importa la combinación que elijamos siempre habrá quien la critique, vale la pena pensar a que o a quienes le estamos dando nuestro reconocimiento y dinero y que estamos defendiendo.
En el caso de los creadores, se ha vuelto tendencia escrutar sus vidas privadas, o a veces no tanto, en búsqueda de manchas en el historial que nos haga tirarlos del pedestal y así vemos a músicos, escritores, estadistas, actores, inventores y demás personajes siendo apedreados desde la moral actual, borrando su obra sin derecho a réplica. Si estamos juzgando solamente al hombre y más si este vivió en una época distinta, estamos cometiendo un error, uno que nos castiga solo a nosotros pues ellos ya ni siquiera están aquí y su obra hace mucho que dejo de ser suya para convertirse en un legado de todos.
Esto solo aplica si miramos hacia atrás, pues con nuestros contemporáneos tendríamos que utilizar un rasero distinto, no es lo mismo haber sido un misógino, racista o clasista en el siglo XIX o antes que hoy en 2021, incluso si su obra no está permeada por este pensamiento, al consumirla estamos dándole dinero a un ser censurable. Incluso se vale haberlo sido en décadas pasadas y corregirlo con el tiempo.
Cambia si lo que contiene las características es la obra en sí, lo cual le quita valor al fondo pero no a la forma, seguro existen hermosas películas por su fotografía, sus actuaciones o su trama que están llenas de prejuicios o de estereotipos. ¿Debemos borrarlas? Yo creo que no, por que retratan una época y olvidar es un boleto casi inexorable rumbo a la repetición, verlas con ojos críticos me suena más útil. Como en el caso anterior, tendríamos que ser un poco más duros con lo que se produce actualmente, pero no llegando a la censura, mucho menos si es que el rasgo negativo obedece a un fin, a una concientización, es necesario mostrar la miseria del mundo, pero nunca hacer una apología de la misma.
Ya hablamos del creador y de las obras, ahora nos vamos a los motivos por los que nos gustan, ¿nos gusta una canción violenta por su sonido y o por que la letra nos representa?, ¿admiramos a un comediante porque tiene talento o por que quisiéramos ser igual de cretinos que el con el resto de las personas?, ¿estamos dispuestos a defender a un violador o a un pedófilo por que canta bonito o actúa bien? Y encima también actúa sobre nosotros el factor tiempo, lo ideal es que cada vez sepamos más y actuemos en consecuencia, ¿eso nos hace malos en retrospectiva?, ¿podemos juzgarnos a nosotros mismos por que hace diez años nos divertían los programas de un tipo que resultó ser un sociópata?
Creo que la respuesta está en el daño que lo que consumimos puede hacerle a los demás, en su proceso, en su distribución o en sus consecuencias y en la intención con la que lo hacemos. Que cada quien haga su balance.