Histomagia

Agua de río

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Guanajuato es una ciudad con viejas casonas que cuentan cada una las historias de sus antiguos inquilinos; estos relatos devienen desde hace tanto tiempo que a veces nos parece increíble que hayan permanecido en la memoria de aquéllos que escucharon de sus madres u otro antepasado estas narraciones, pues la historia oral, sustento de nuestra cultura, es evidencia de que nuestros ancestros no han muerto, siguen aquí como parte del pasado y de esos inquilinos que siempre en esas casonas, deambulan.

En 1944, la ahora Casa de la Cultura, fue una vecindad que albergaba a la gente trabajadora de la mina. El portón antiguo era quien daba la bienvenida a los mineros, pero también a los caballos y burros de los jornaleros del carbón, leña o tierra de la sierra. Entrando a la izquierda se ubican las escaleras. La profusión de cuartos tanto arriba como abajo, eran el alojamiento de familias enteras, cada uno, y, como era vecindad, compartían los baños ubicados en el segundo piso, al final del pasillo; al fondo se encontraba la caballeriza. En esa casona, me cuenta Doña Boni, que vivió su infancia y que ahí sucedían fenómenos paranormales, ella, desde su inocencia de niña, siempre pensó que esas personas que veía estaban vivas, pero no era así.  

Un día, despuntando el alba, Doña Juanita, mamá de Doña Boni, salió a barrer su pedazo de pasillo; su vivienda se ubicaba en el segundo piso cerca de las escaleras. En ese entonces, las escobas eran de popotillo, no tenían mango largo, se barría agachados, y siempre, siempre se regaba para evitar que el polvo se dispersara; pues bien, en esas andaba Doña Juanita absorta en su tarea, cuando de pronto sintió mucho frío, y escuchó unos pasos, pensó que era Lucita, la portera de la casa, y se extrañó que no la saludara. Pero un chancleo como de zapatos mojados, hizo que levantara la vista y vio a una mujer dirigiéndose a las escaleras, lo curioso es que dejaba huellas húmedas en el suelo y éstas se evaporaban de inmediato. La mujer portaba un vestido negro, era alta, su pelo era largo y también negro, ella, bajaba lentamente las escaleras y con delicadeza tocaba el pasamanos, su olor era como a agua de río, pero su vestido no estaba mojado, sólo su cuerpo dejaba a su paso gotas de agua que se evaporaban al caer. Doña Juanita la vio bajar y casi de inmediato vio subir a Lucita a quien le preguntó que quién era la mujer que había bajado las escaleras, ella le contestó que cuál mujer, incrédula Doña Juanita le pregunta “¿qué no la vio?, la mujer de negro”, Doña Lucita le responde: “No hay nadie, aún no abro el portón, es muy temprano” y siguió su camino hacia los baños. Al instante Doña Juanita, muerta de miedo, se metió a su casa y a su cama, no bajó de ahí hasta que llegó su marido Don Guillermo, a quien le contó lo sucedido, él le dijo: “¿ya ves para qué sales tan temprano a barrer?”. Desde ese día optó por salir más tarde a hacer sus quehaceres, y ya no hizo caso de los fríos que sentía, ni de los seres extraños que ahí veía, y que viven aún en esa casona.

Una de las cosas curiosas que siguen sucediendo en esa casona, es que se provocan accidentes, como el de una viejecita que cayó de la escalera después de una clase de baile hace varios años, y murió. Muchos piensan que pisó mal y cayó, pero extrañamente, uno de los escalones estaba mojado. Los que saben cuentan que los seres de ultratumba buscan aún su lugar en este mundo, pues aquí encontrarán almas dispuestas a consolarlas de esas penas que cargan en su conciencia. Tal vez la viejecita le dijo que sí, que ella daba su alma para que descansara esa mujer de negro, por fin, en paz. ¿Quieres venir a conocer esta casona y subir por la escalera? Ven, lee y anda Guanajuato.