El espacio de Escipion

¿Hay espacio para un candidato ciudadano en el 2024?

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El mexicanólogo Roderic Ai Camp publicó en 2006 el ensayo La política en México, ¿Consolidación democrática o deterioro?, el cual revisó los cambios importantes sobre los procesos políticos de nuestro país y de cómo nuestra clase política empantanaba la gobernabilidad por esas diferencias y divisiones políticas que nos distraían (y nos siguen distrayendo) de los temas importantes como país. De ahí que los avances democráticos, la propia alternancia en el poder presidencial, se vieran amenazados por el desencanto hacia los partidos y hacia la clase política.

“Más allá de la democracia electoral, México no ha sido tan afortunado como esperaban sus ciudadanos en la transición”, sentenciaba. Y en efecto, conforme han pasado los años la partidocracia y sus dirigentes han sido los principales promotores del desencanto y desconfianza hacia la política como instrumento de transformación. En la encuesta sobre confiabilidad, levantaba por el INEGI, los partidos políticos son en los que menos depositarían su confianza los mexicanos, pues tienen el rechazo del 76.4 por ciento de la población mayor de 15 años.

Lo anterior ha dado lugar a que crezcan los nulistas (los que desechan el voto al ejercerlo) y los abstencionistas (los que no votan). En las elecciones federales este segmento de los ciudadanos ha sido el más grande. Las de 2018, por ejemplo, si el abstencionismo fuera partido político habría ganado la elección con el 36.5 por ciento de los votos (32 millones); en este 2021, los abtencionistas 47.33 por ciento. Los nulistas, por su parte, si fuera un instituto político, habrían tenido más votos que cualquiera de los partidos de la llamada chiquilla con 3.41% de los votos nulos (un millón 673 mil 322).

¿Por qué no votan y por qué anulan su sufragio? Esas respuestas quizá algunos actores ya las saben y por eso comienzan a explotar la posibilidad de ocupar el espacio desde la no militancia partidista, la independencia política y la sociedad civil.

La fiebre de los destapes por el 2024 impulsada por el propio presidente López Obrador al anticipar su lista de “tapados” y provocar a la oposición a mostrar sus cartas, abrió el interés para que en México un candidato ciudadano, es decir, un actor que emane de la sociedad civil y no de la militancia partidista tradicional, pueda aspirar al mayor cargo de elección popular y dar la sorpresa a la partidocracia.

Y aunque por ahora no hay nombres concretos, no se descarta que dicho candidato pudiera emerger en cualquier momento aprovechando el desgaste de los partidos y la muy mala reputación que tienen sus líderes, legisladores y representantes populares.  

La situación sería factible, sin duda, pues la historia de nuestro país ha registrado que, en épocas no tan recientes, dichas figuras sí tienen posibilidades de triunfar y darles sustos a los políticos tradicionales.

Si bien Jaime Rodríguez, “El Bronco”, el gobernador saliente de Nuevo León, es el más recordado porque es el más reciente que puso contra la pared a la partidocracia y le ganó, hay otros más que valen la pena recordar.

Los empresarios después de la nacionalización bancaria de 1982, hartos del sistema y de los partidos, agrupados en la Coparmex, dieron origen a los llamados “Bárbaros del Norte”, quienes eran de sus filas, carismáticos y con arrastre. Sin estructura política partidista, tuvieron que montarse sobre el PAN para impulsar a sus candidatos. De ahí surgieron varios personajes que se hicieron legendarios como Manuel J. Clouthier, Salvador Nava, Rodolfo Elizondo, Ernesto Ruffo, Francisco Barrio, Fernando Canales, entre otros.

Así fue como estas figuras lograron varias gubernaturas, producto de movimientos de resistencia civil, de oposición al viejo PRI, a los fraudes electorales o porque habían detectado que sus ofertas alejadas de la política tradicional eran bien recibidas por la ciudadanía. En el 2000 lograron culminar esta andanada con Vicente Fox Quesada, un personaje que sólo utilizó al PAN para alcanzar la presidencia de la República.

Otro éxito de este tipo de alianzas (sociedad civil, empresarios y partidos políticos), fue Zeferino Torreblanca Galindo, otro cuadro de la Coparmex, cuando en 1999 lograron sacar al PRI de la alcaldía de Acapulco y, en 2005, del gobierno estatal, dado el triunfo al entonces PRD y a grupos civiles que lo apoyaron.

En Jalisco otro experimento similar es Enrique Alfaro Martínez, quien proviene de la sociedad civil y arropado por varios partidos (PRD primero, y MC después) fue exitoso alcalde Tlajomulco y después de Guadalajara. Y enfilado en Movimiento Ciudadano ganó la gubernatura de Jalisco y suena para estar en la posible lista del 2024.

Punto y aparte es Cuauhtémoc Blanco, el popular ex futbolista quien, sin ninguna militancia ni experiencia política, jugó electoralmente como figura rentada por franquiciatarios partidistas para ganar la alcaldía de Cuernavaca y la gubernatura de Morelos.

Dos casos más son el famoso Pedro Kumamoto y Manuel Clotuhier Carrillo, quienes han logrado ganar sin el acompañamiento partidista y sí mucha creatividad para insertarse en el gusto ciudadano.

Es importante apuntar que los candidatos ciudadanos no siempre son garantía de buenos representantes populares ni tampoco si tienen capacidad de hacer algo diferente a lo que nos acostumbran los políticos tradicionales.  La lista de los que han ganado las elecciones así lo demuestran, pues han resultado iguales o peores que los políticos tradicionales.

Hay espacio para los candidatos en la próxima elección presidencial, y desde ahora les anticipamos que son varios los que quieren estar en la boleta presidencial, ya sea por méritos propios, por trayectoria profesional o académica, por buenos patrocinadores o porque ellos mismos tienen recursos económicos de sobra y aspiran a ser el Berlusconi mexicano. Otros serán quienes renuncien a sus partidos como PRI, al PAN y, sobre todo, de MORENA para pasar a ser más que candidatos ciudadanos, candidatos sin partido político.

Contacto: feleon_2000@yahoo.com