Ecos de Mi Onda

Balanza y esperanza

Compartir

No hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige.

Arthur Schopenhauer (1788-1860) Filósofo alemán

Ha transcurrido un año más y ya nos encontramos a la mitad del mes de enero del 2022. El cierre y apertura de ciclos siempre da lugar a la reflexión, a tratar de establecer el balance entre las intenciones y las realidades, como base para definir las prioridades de los siguientes propósitos, algunos nuevos y otros año con año postergados, sin la voluntad firme de dar la vuelta de tuerca, y así continuamos con esta vida hoy para todos azarosa, principalmente por esta insospechada pandemia que no se ha logrado controlar, con un virus terco que se mantiene amenazante con inesperadas y perniciosas variaciones genéticas. Muchos hemos visto la cercanía de los efectos de contagio por Covid, con resultados muy lamentables para algunos de nuestros seres queridos.

Pero la vida continúa y después de dos años tenemos la responsabilidad de adaptarnos a una realidad indeseable, con la esperanza puesta en la aparición de nuevas vacunas y fármacos que vengan a aliviar, si no de forma definitiva, al menos progresivamente efectiva para reducir la gravedad de los efectos de la enfermedad y poder salir con libertad hacia un escenario de mejores condiciones de vida, en todos los aspectos.

Muchos de nosotros, al finalizar el año tomamos papel y lápiz, por así decirlo, y encaramos la necesidad de hacer un balance de hechos y resultados, con el fin de establecer una base de decisiones consideradas necesarias, para enfrentar las realidades de un año por venir. Pensamos en la salud, en la economía, en nuestras relaciones familiares y sociales, en la necesidad de permanecer activos y visualizar nuevos horizontes, entre otros muchos aspectos más, en correspondencia al estado situacional y perspectivas de cada uno. De esta forma, tal vez surge una lista de propósitos, con la consistencia suficiente para trascender las buenas intenciones y convertirse en acciones derivadas de un planteamiento objetivo de los hechos.

Sin embargo, es difícil limitarse a ese ámbito personal en nuestro entorno y nos damos la oportunidad de pronunciarnos con respecto a espacios más amplios en los que, indudablemente, también se producen repercusiones importantes para el desarrollo social en el que ondulamos con todo y sus vaivenes. Me parece un ejercicio interesante, si al menos tratamos de superar las subjetividades y mirar con atención la relevancia real de las tendencias activas e inerciales, en la amplitud y complejidad de todos los contextos, sin que esto, por supuesto, signifique que nuestras conclusiones sean las más acertadas. He aquí la relevancia del debate saludable y fructífero, tan ausente en medio de una sociedad mexicana que ha optado por mantenerse dividida, una actitud que entorpece el diálogo basado en el análisis reflexivo y la aceptación de conclusiones juiciosas, con el convencimiento de que su aplicación redundará en beneficios patentes para la sociedad en su conjunto.

Resulta absurdo el señalamiento de estereotipos entre los bandos divididos, sin considerar los matices existentes. A los partidarios del régimen actual se les califica de facción de enajenados, que acepta como excelente todo pensamiento y acción llevada a cabo por el partido político en el poder, cayendo en la franca adulación a la figura presidencial, sin que haya lugar para aceptar el mínimo error sobre sus ecuánimes decisiones, lo que consecuentemente los incapacita para el análisis objetivo y la posibilidad de advertir los desaciertos en el desarrollo de las funciones gubernamentales del poder ejecutivo. Por otra parte, a los críticos del régimen morenista, sin ninguna grado diferencial se les juzga como partidarios del PRIAN, aliados del neoliberalismo y del conservadurismo, gente ardida por la pérdida de privilegios, o en el menor de los casos, como individuos que jamás alzaron la voz para criticar a los gobiernos precedentes.

Estas posturas de confrontación han venido representando un obstáculo para que la sociedad mexicana logre enfocar seriamente los problemas nacionales y pueda colaborar con ideas para el planteamiento de estrategias operativas, realmente centradas en la búsqueda de soluciones. Asimismo para que los gobiernos de todos los niveles corrijan sus apreciaciones y empecemos a ver resultados positivos y no los “otros datos” con los que se maquillan las terribles realidades. Esta es la verdadera democracia participativa, más allá de realzar el libre derecho de votar y reducir la participación social a esa elemental función. La realidad mexicana es la desvinculación del pueblo de los asuntos de gobierno, no sólo inducida por el gobierno, sino acicalada con migajas demagógicas de consultas populares dirigidas mañosamente para fines muy diferentes a las demandas concretas de desarrollo social, pero tratando de provocar la simulada impresión de que el pueblo manda.

Muchos hemos criticado intensa y permanentemente la sucesión de gobiernos ineficientes y corruptos, con una cada vez más desgastada confianza en los cambios sexenales y la paciencia se agota al observar como un gran país se hunde en la mediocridad. En un tiempo la soberanía se simbolizó por la riqueza de los recursos petroleros, que prometía conducir a la nación hacia niveles de primer mundo. Pero en los hechos las actividades petroleras por parte de Pemex, se  delimitaron a la extracción y exportación de crudo, y a la refinación industrial para producir gasolinas y aceites. Jamás se elaboró un proyecto sólido para manejar esos recursos con prudente responsabilidad, promoviendo la industria petroquímica en toda la gama productiva, cuando la vida cotidiana se reviste de productos derivados del petróleo. Era necesario no sólo alentar la inversión extranjera, sino fundamentalmente construir una industria petroquímica nacional, con la participación de inversionistas mexicanos, alentando el desarrollo científico y tecnológico alrededor de esta materia prima estratégica. Resulta frustrante contemplar hoy, después de tantos años y de una reciente etapa de tragicomedia, en la que el petróleo de los mexicanos fue finalmente a parar a manos de delincuentes huachicoleros, la forma como la política sobre el manejo del petróleo permanece en el mismo estado de miope enanismo, ese pasado nostálgico presidencial.

Pero la frustración no para ahí, ahora se pretende además montar otro simbolismo chabacano con el litio, sin siquiera preocuparse nuevamente en pensar con sensatez sobre el planteamiento de un proyecto digno, procurando oportunamente las opciones tecnológicas para localizar, caracterizar y cuantificar las reservas, y establecer los procesos para la manufactura de litio y compuestos industriales de interés, avanzando además hacia el campo de sus aplicaciones diversas a través de una industria nacional, en la que, teniendo realmente la primacía sobre el manejo, bien se podría aceptar la inversión foránea, mediante reglas precisas y convenientes para la nación.

Eso sería soberanía sobre el manejo de otro recurso nacional y no sólo el surgimiento del tótem de un Litiomex, encargado a lo mucho de sólo extraer y exportar, con el fin oficial de sumar recursos emergentes al erario nacional, hasta ver como lastimosamente, de nuevo, las reservas se irán agotando en tanto se ondea la bandera ideológica de una estéril soberanía, al grito de “El litio es de los mexicanos”.

Parece un relato futurista con tintes de surrealismo, pero por desgracia, y esto se puede debatir, al estado mexicano no parece interesarle mucho la ciencia y la tecnología, prefiere optar por el manejo ideológico conceptual, que se manejó profusamente en los tiempos postrevolucionarios y que parecen acomodarle muy bien al presidente y a la llamada cuarta transformación, para tratar de alinear al país en un engranaje de equidad demagógica, en la que todos somos iguales, pero siempre habrá diferencias notables entre los iguales que comparten, reparten y se llevan la mayor parte. Eso ha sido patente en el manejo de la pandemia, en la que el estado se asignó la exclusividad en la aplicación de las vacunas, sin permitir la participación de los gobiernos estatales, ni de empresas de la iniciativa privada que “viciarían” la pureza de los servicios de salud brindados generosamente por un estado blindado contra la corrupción del conservadurismo, “Ah ¿tienes recursos económicos? Pues de todos modos te me formas, machuchón”. Nuevamente el avasallamiento ideológico por encima de los procedimientos eficaces, que redundarían en una mayor cobertura y en la liberación de una mayor cantidad de vacunas para la gente más necesitada, que se diga lo que se diga, ha sido la más afectada en esta desgraciada pandemia.

Esa misma actitud mezquina, se vislumbra para la distribución de los fármacos que han demostrado su eficacia para el tratamiento de Covid, ya autorizados por la Coprefis y que empiezan a circular en algunos países. En México esperaremos a que los Siervos de la Nación se organicen, pero únicamente tras el diseño de una campaña propagandística, con los fines electoreros por delante. Si bien el presidente ha encomiado con su típica ecuanimidad, las bondades del Vic Vaporub.

Es nuestro México, con un presidente rebosando popularidad, ocupado en convencer a la nación con sus otros datos, y en ensalzar el eficiente, y envidiado por otras naciones, manejo de la pandemia, la realidad a partir de los datos oficiales, muestra en números cautelosos para evitar el escándalo, la contabilidad de más de seiscientos mil fallecidos por la pandemia.

La inseguridad se ha infiltrado en toda la nación, a pesar de la Guardia Nacional y de las diarias reuniones matutinas, con los mismísimos Secretarios de Seguridad Nacional, del Ejército y de Marina al frente, al parecer sólo para escuchar el parte de desaparecidos, homicidios y feminicidios dolosos, producto del aliento de “abrazos y no balazos”. Puede decirse que tal vez esto no importe, ya que la violencia en México es “herencia maldita de la Guerra de Calderón”, excelente pretexto embutido en la conciencia colectiva.

¿Qué es lo que tenemos que hacer los mexicanos para que la esperanza logre tener mayor peso específico que la incertidumbre? Pienso que pisar fondo y lograr la unidad de los mexicanos alrededor del genuino convencimiento de que, paradójicamente, la certidumbre sobre el futuro sólo se podrá construir aceptando que el presente está lleno de una incuestionable incertidumbre, oculta tras mantras ideológicos mañaneros. Esperemos que este año surja el paciente cero, inoculado con el virus de la democracia participativa, que provoque la dispersión del contagio para que el ciudadano vote a conciencia, pero que también se involucre justa y organizadamente en las decisiones y acciones de la función pública, construyendo las instancias efectivas para supervisarla, evaluarla y corregirla cuando se desvíe del curso de los objetivos del bienestar social.

¡Feliz Año 2022!