En lo orgánico existen dos maneras de envejecer, ser como un queso o como un buen vino, estar más concentrado, sabroso, interesante y tal vez, con suerte, adquirir una condición de reliquia que lleve a ser codiciado y hasta gourmet… O simplemente hacerlo sin gracia, apestando a encierro, a falta de aire a putrefacción, ser ese pedazo de jamón quemado con el frio, baboso y con mal olor que vemos mal en el refrigerador. Curiosamente estas son las dos acepciones de la palabra rancio y aplican perfectamente para las personas.
Creo que se da por hecho que simplemente sobrevivir ya tiene algo de meritorio ¿y cómo no? si en realidad hemos construido un mundo bastante complejo, pero así como calentar una banca no te hace más sabio en la escuela o productivo en el trabajo, acumular años sin aprender algo de ellos tampoco te hace más válido o respetable. Se puede ser francamente imbécil y además viejo.
Dejando de lado las características físicas, que son una lotería que no controlamos del todo, aunque nos esforcemos en borrar las huellas indeseadas del tiempo, lo que hace a una persona rancia en la acepción peyorativa es el sentimiento de superioridad por encima de las nuevas generaciones, romantizando la producción cultural y las condiciones sociales en las que ellos se desarrollaron, olvidando que aunque sea a tropiezos la humanidad avanza, que tal vez somos menos misóginos, homofóbicos, adulto céntricos o violentos para los demás.
Así nacen insultos sin sentido, como “generación de cristal” mientras se descalifican nuevas modas en la música, en el vestir, nuevas maneras de relacionarse e incluso las problemáticas que azotan a los jóvenes y que no son para nada intrascendentes simplemente porque ya no les tocaron. De esta manera se crean las batallas intergeneracionales que lo único que logran es dividir a las personas y desviar la atención de lo importante, que son las injusticias que azotan al mundo y las diversas crisis que enfrentamos todos juntos sin importar si se tienen 50 años o 25, si en este momento te va mal o bien.
Tampoco se trata de romantizar lo actual, evidentemente hay muchas cosas que han degenerado o cambiado para mal, pero esto de ninguna manera es culpa de los que ya tomaron el mundo así, si no de quienes se los dejaron. Si nosotros educamos a aquellos de los que nos quejamos simplemente estamos escupiendo al cielo.
No quiero ser desagradable o irrespetuosa, sobre todo porque la única alternativa que le queda a la muerte es la vejez, y siempre seremos viejos para alguien, mientras los nacimientos no paren, en nosotros esta ser, no un “chavorruco” si no alguien que disfruta de las conquistas de las nuevas generaciones sin olvidar de donde viene y compartiendo lo bueno de esto, sin insultar, dejando que los aires de cambio nos toquen para hacernos mejores entre todos.