La Biblia, la lengua hebrea que sigue latiendo en las Sagradas Escrituras, ha sido secularizada con fines militaristas y sojuzgada para la ocupación y la conquista de un territorio y de un pueblo, para una limpieza étnica de Palestina, sostiene la doctora Silvana Rabinovich
Fernando Guzmán Aguilar
Rabinovich, del Instituto de Investigaciones Filológicas y autora de La Biblia y el dron: sobre usos y abusos de figuras bíblicas en el discurso político de Israel, con una mirada descolonial de la teología política, amplía su postura sobre la secularización del hebreo bíblico.
Inspirada por la idea de justicia social de los profetas bíblicos, la ética heterónoma del filósofo judío Emmanuel Lévinas (heteronomía como “la justicia del otro y no mi justicia para compartir con el otro”) y la postura de Martín Buber, quien en su libro Una tierra para dos pueblos, advierte de las injusticias del sionismo al continuar “la guerra por otros medios”, Rabinovich apunta:
Buber tenía “la idea profética” o semilla mesiánica de los esenios del siglo II, de una política comunitaria (no de un estado nacional), “que en 1947 bregaba por no partir la tierra de Palestina”.
Este filósofo y escritor judío-austriaco-israelí se entendía muy bien con los palestinos oriundos del lugar, que habían recibido a los inmigrantes judíos que escapaban de Europa, en su mayoría, de la persecución de los nazis.
Buber llega a vivir a Jerusalén en 1938, pero desde antes busca por distintas vías, entre ellas la Alianza para La Paz (compuesta por judíos, musulmanes y cristianos de Palestina), un entendimiento alejado de los estados nacionales que impulsaban los imperios de entonces.
En 1946, Buber y otros profesores de la Alianza para La Paz convencen a la Comisión Angloamericana de la ONU de no partir la tierra de Palestina porque, según demostraron, no debía haber ni uno ni dos estados nacionales sino una confederación de comunidades autónomas, donde ninguna mayoría determinara el destino de ninguna minoría.
Buber, quien retoma esta idea de su amigo Gustav Landauer, sostiene que el socialismo es el futuro, pero no el socialismo real, que según su criterio no era realizable, sino el socialismo utópico, que consideraba más factible.
La desconexión y el plomo
En 2005, Ariel Sharon, primer ministro de Israel, llevó a cabo el plan llamado “La desconexión de Gaza”, que de manera incorrecta fue difundido por la prensa como un acto de paz, ya que consistió en sacar de Gaza, a la fuerza, a los colonos judíos, para poder bombardear con sustancias prohibidas, como el fósforo blanco o bombas de racimo, a esa tierra y a su población.
A fines de 2008 y principios de 2009 hubo una incursión del ejército israelí en Gaza. Fue llamada “Plomo fundido”, nombre tomado de una canción infantil, de la festividad de Januca, que se festejaba por esos días y que habla de un trompito de plomo fundido. A partir de una canción infantil se nombró a un ataque sobre una población acorralada, transformando un juguete en arma de guerra
En las noticias, y por comentarios familiares, así como en comunicaciones de amigos, “yo escuchaba acerca del otro”, de los palestinos, algunos se preocupaban por ellos como vecinos y amigos, pero otros los consideraban como “sub humanos”, como una amenaza, quitándoles su humanidad.
En ese contexto, Rabinovich, quien llegó a México hace 28 años como maestra de Biblia hebrea, había aprendido a leer la Torá con su abuelo, quien le enseñó las ideas de justicia social de los profetas bíblicos. Empezó a indagar filosóficamente en esa lengua tan hermosa que es el hebreo bíblico y que por siglos sólo se hablaba dentro del ámbito religioso y ritual.
Así se empezó a gestar su libro La Biblia y el dron: usos y abusos de figuras bíblicas en el discurso político de Israel. En 2021, la Editorial Heredad publicó en México una edición corregida y aumentada.
El libro contiene un capítulo escrito en 2019, basado en una exploración del muro de Palestina. Construido por Israel, “mide el doble del perímetro que pretende cubrir” porque va ahorcando los pozos de agua. Es mucho más que un muro porque no sólo consiste de concreto, que en algunos lugares llega a medir ocho metros de altura, sino que también está hecho de radares y cámaras, drones y alta tecnología. No se compara con la muralla de Jericó que se describe en la Biblia o como las que se construían para defender una ciudad.
El muro de Palestina es un muro de despojo, de ocupación, donde hay dos pueblos: uno encerrado y ocupado y otro que encierra y que no se da cuenta de que, por encerrar a otro, también queda encerrado.
Figuras bíblicas, como la idea del sacrificio, por orden divina, de Isaac, han derivado en Israel en una interpretación belicista; así, los padres sacrifican a sus hijos física y moralmente para que formen parte de un ejército de ocupación.
Hannah Arendt llamó “banalidad del mal” a los “pequeños actos que vuelven irrespirable la vida, que vuelven muerte cada segundo”. La banalidad del mal tiene lugar cotidianamente bajo el régimen de ocupación militar que Israel despliega en Palestina.
Hay un error grave en el uso de la figura del sacrificio: las persecuciones padecidas por los judíos en Europa vienen a cobrarse fuera de ese continente, en Medio Oriente. Martin Buber lo vio a tiempo, lo advirtió hasta su muerte en 1965 a los líderes sionistas, pero no fue escuchado.
Una justicia injusta
En la lectura que hace Rabinovich del poema “Yo soy Yusuf, Padre”, del poeta palestino Mahmud Darwish, voz de la Palestina ocupada, sugiere que se trata de dos miradas opuestas de la justicia. Así, cuando José, ese mismo personaje, que en hebreo es Yosef, dice a Yusuf: “si te portas bien y no reclamas tus tierras te vamos a dar los mismos derechos, seamos iguales”; Yusuf (José en árabe), en ese poema, le devuelve “un espejo del despojo, de la injusticia que se está perpetrando”. Y le dice: “no quiero tu justicia, porque mi justicia muestra que tu idea de justicia es injusta”.
Aunque la lengua, la secularización del hebreo bíblico, aparece como un reservorio de complicidades, para Rabinovich hay esperanza, no un optimismo vano sino una exigencia ética: “pensar con el otro una vida a partir de esa justicia del otro”.
Para Kafka “hay muchísima esperanza pero no para nosotros”. Así que no hay que irse con la finta de que no hay esperanza. Sí la hay. No para nuestra generación, pero sí para las que siguen.
Por eso tenemos que abocarnos —propone Rabinovich— a dejar que venga la justicia “escuchando, dando lugar a la potencialidad de vida que tienen las palabras y montando guardia y señalando cuando la palabra se usa abusivamente con fines militaristas al servicio de la muerte”
Palabra de vida y paz
Con un impulso amoroso, con La Biblia y el dron Rabinovich trata de rescatar las promesas que siguen latiendo dentro de la lengua hebrea para que alcen la voz y puedan iluminar las “otras caras de una situación que hoy parece imposible solucionar: la ocupación e injusticia que padece Palestina por el régimen militarista de Israel”.
En la presentación del libro, se señala que Silvana Rabinovich rinde testimonio de amor a la Biblia y la lengua hebrea para alertar sobre las maneras en que este legado se utiliza para justificar la nakba, la guerra, el exilio y el despojo hacia los palestinos.
La Biblia y el dron es también una invitación a desobedecer el mandato de muerte construido por la teología política colonialista del Estado de Israel. Frente al odio y el miedo, Rabinovich invita “a recuperar la promesa de vida inscrita en el texto sagrado, lo cual sólo será posible en un encuentro con el otro que privilegie la vulnerabilidad como potencia creadora”.
También se invita al lector a adentrarse “en los usos y abusos de la Biblia para la guerra con el fin de que ayude a transformarla, de letra que mata, en palabra-promesa de vida y paz”.
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*Tomada de Gaceta UNAM. Publicada con fines no lucrativos. Si usted está interesado en estos temas, visite el sitio: https://www.gaceta.unam.mx/el-hebreo-y-figuras-biblicas-secularizados-con-fines-militaristas-para-la-limpieza-etnica-silvana-rabinovich/