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Conocer la muerte de cerca es una de las experiencias más impactantes, pues saberte mortal es lo más terrorífico para aquél que no acepta su mortandad y se aferra a pensar que nunca morirá, que la vida es para él hasta que él quiera, pero no es así. A veces quieres sentir que ya es tu hora y la relacionas con las personas que quieres te reciban cuando dejes este mundo, creo que las extrañas tanto que invocas su presencia sin querer y sin saber. Eso es lo que le pasó a mi suegra, Doña Boni.

Ayer me platicó una de las experiencias extranormales más recientes. Me dice esta semana, esa noche en que la lluvia caía pertinaz en Guanajuato, sintió mucho frío por lo que se preparó un poco más temprano para ir a su cama a descansar. Acomodada ya en su cama, rezando y pidiendo por cada uno de sus hijos, Doña Boni veía cómo las gotas de lluvia caían y resbalaban por el vidrio del ventanal, arrullada por el sonido de la lluvia, y olor a petricor de la tierra mojada, se entregó a los brazos de Morfeo.

En sus sueños se vio sola a la vera de una calle, en una parada de autobuses. Cuando llegó el transporte vio que su difunto esposo, Don Pedro, era el chofer de esa unidad de pasajeros que en ese momento estaba completamente sola, él sólo le dijo: “Anda Boni, Vámonos”. Mi suegra sin dudarlo subió al bus y se sentó detrás de él, del asiento del conductor. Dice que él le pidió que quería comer algo que nunca en vida le gustaba: un pozole, extrañada ella lo tocó en el brazo y le dijo: “pero si a ti no te gusta”, y vívidamente sitió la piel de su brazo, él sonrió y por el retrovisor la miró con tristeza y alegría a la vez, por eso ella no dudó que ya estaba otra vez junto a él. Feliz, ella sigue en su camino, pasó mucho tiempo y de repente, él le dice que ya llegaron a su destino, que se baje, ella se baja del bus, voltea para hablar con él y todo desaparece. Triste no sabe qué está ocurriendo, es entonces que se despierta y se ve sola en su cama, decepcionada sabe que fue un sueño, que no fue cierto el tener a Don Pedro junto a ella. Nostálgica se acomoda en su cama y poco a poco comienza a dormir otra vez escuchando ahora el silencio incólume de su cuarto, como siempre, piensa, de pronto, en su duermevela una voz rompe el silencio y escucha una voz, ella adormilada la reconoce cuando alguien le dice: “Boni, vine por ti, vámonos”. Mi suegra siente cómo una mano cálida se posa en su cadera, la toca y ella siente que es sin duda la mano de Don Pedro, ella la toca y reconoce claramente esos callos en la mano, pues Don Pedro, hombre de trabajo, así tenía sus manos. Aún con los ojos cerrados, esperando la sorpresa de verlo e irse para siempre con el gran amor de su vida, ella sigue tomando la mano de él, se incorpora, se pone de pie, abre los ojos y ella claramente ve cómo la mano se desvanece ente sus ojos, sorprendida sólo atina a decir un tristísimo no, voltea a ver su alrededor y se da cuenta que no está nadie con ella. Desilusionada, se sienta en su cama, llora un poco y ve por su ventanal que ya va a amanecer. Se recuesta añorando a su amado esposo una vez más, sabe que es hora de levantarse, como todos los días, sola, desde hace 9 años.

Doña Boni me dice y jura que esta experiencia fue real, ella vio la mano, la sintió, escuchó la voz de Don Pedro, «él sigue conmigo», me dice. Ella sabe que él la cuida y también la extraña desde donde está. Porque una cosa es cierta: aún en la distancia sideral entre dimensiones, él cuida a sus hijos y familia completa desde el más allá, él nunca los ha dejado solos, sólo se fue el cuerpo, porque su alma sigue con ellos en espíritu, amándolos tal y como él amó a su madre, quien murió cuando él era un niño y con la cual sin duda se encontró al morir. El amor no solo se siente en vida, los amados difuntos siguen amándonos hasta la eternidad. ¿Quieres conocer a Doña Boni para que te cuente más de sus historias? Ven, lee y anda Guanajuato.