Desde el Faro

Concierto Memorable en reapertura del Juárez

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Memorable, sí, por la interpretación del Concierto No. 1 para Piano, de Beethoven; por la OSUG, una orquesta que a pesar de las ausencias, brilla con éxito, y por la reapertura del Teatro Juárez, pero no por los aplausos constantes que desconcertaron al pianista Vyacheslav Cryaznov, así fue la noche del pasado viernes.

El teatro, reabierto después de 8 meses, no se llenó totalmente, a pesar de que el acceso fue gratuito, pero el ambiente era propicio para disfrutar a plenitud porque se conjuntaban: la obra del genio alemán, la orquesta universitaria y el edificio inaugurado en la época de Porfirio Díaz; sin duda el plato fuerte fue el concierto para piano, que aunque no es de los más famosos del compositor, es una muestra de la creatividad del entonces aún joven genio.

En esta obra, Beethoven poco a poco se aleja de la influencia de Mozart; a diferencia de su predecesor, realiza frecuentes y atrevidos cambios de una melodía a otra, deja a un lado el desarrollo gradual de las ideas, los cambios son casi bruscos, Pero, lejos de los academicismos y esas explicaciones que alejan al público de las salas de concierto, esta música lleva a distintos estados de ánimo, hay alegría, extremada pasividad y brillantez.

El concierto se compone de 3 tiempos, al término de cada uno de ellos, gran parte del público aplaudía, como si la obra hubiese concluido, esto desconcertó a los músicos, sobre todo al pianista; en esos momentos, Vyacheslav Cryaznov permanecía sentado frente al teclado y alcanzaba a sonreír nerviosamente; lo más notorio sucedió al concluir el segundo movimiento, aquí, el aplauso fue entusiasta, casi a rabiar, el estruendo impidió que el pianista continuara a tiempo con un brioso “ataque” , por segundos, la orquesta siguió su camino sola dejando atrás al pianista.

Aún más, casi al concluir la obra, la batuta del director “voló”, tal vez, Jacob Tapia también se distrajo por los constantes aplausos, tal vez estaba molesto, o tal vez, fue tanto su entusiasmo, que de repente, en un ademán vigoroso, la batuta, como una “varita mágica”, adquirió vida y se fue por el aire.

Ya repuesto de la confusión, el pianista regaló una pieza extra. Con una sola mano, del teclado brotaron notas llenas de paz, reflexión, alegría de vivir, emociones que solo la buena música puede transmitir.

Todo esto, con una orquesta universitaria que a pesar de las ausencias brilla, parece que al conjunto no le afectan las renuncias de talentos que buscan en otros lados los beneficios que las autoridades de la UG les niegan. Y con un Teatro Juárez renovado en su instalación eléctrica, algo que a simple vista no se nota, pero que es indispensable en un recinto como este.

Sí, noche inolvidable, por la interpretación de la obra beethoveniana; por una Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato , que a pesar del castigo laboral, muestra orgullo y calidad; por un teatro que ahora es más seguro ; memorable hasta por la “varita mágica”.