Histomagia

Nahualli

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A Jorge Olmos Fuentes

Dicen los que saben que la influencia indígena en nuestra cultura trasciende más allá de la comida y del lenguaje, palabras como popote, chile, jitomate, etc. son parte nuestra memoria y constituyen nuestra identidad nos hacen únicos en el mundo, no se diga con la arquitectura piramidal que encanta a los extranjeros y aún a nosotros mismos.

En Guanajuato hay zonas como Cañada de la Virgen, Plazuelas, El Cóporo, Peralta, que son vestigios de la importancia de esta área en la historia del estado. Muchos de estos lugares, se cuenta, son enormes, pero sólo se ha excavado una pequeña parte de ellos.

Así, prácticas de herbolaria hechas por chamanes también han trascendido y han llegado hasta nuestros días sorprendiendo a unos y dando certeza a otros que investigan sobre los diferentes asentamientos humanos y las prácticas mágicas que aún quedan en la memoria y que algunos aún llevan a cabo, sobre todo en los ranchos alejados de los mantos urbanos, aunque, como veremos en esta histomagia, hay sus excepciones.

Me cuenta mi amigo Guillermo que él alguna vez supo lo que era ser un gato. Sí. Él me cuenta que sus abuelos le enseñaron el arte de ser un nahual. Dicen los que saben de esta tradición y costumbre mágica antigua que cuando nacemos todos tenemos un protector y guía, la mayoría de las personas se identifican con algún animal que a veces se les aparece en sueños dándoles consejos o previniéndolos de alguna catástrofe o infortunio a suceder. Pero hay algunos que tiene un contacto más profundo con sus nahuales, es ahí donde el chaman, u hombre mago, se puede transmutar en el animal que él desee, generalmente son águilas, lechuzas, coyotes o jaguares. La palabra nahual viene del término nahualli que significa oculto, escondido o disfraz.

El objetivo de estas metamorfosis eran las curaciones por medio de la sabiduría que les daba el ver la naturaleza y los remedios con los ojos del animal y todos sus ancestros, así como los del chaman, pero algunos brujos lo han tomado para hacer el mal. Por fortuna, Guillermo cuenta que su transformación siempre lo hizo para poder proveer a su familia o pueblo de comida.

Pues bien. Guillermo me dice que una de esas veces, en un pueblito por la Maraña, aquí cerquita, en la desviación a Irapuato, él fue a una casa a conseguir un poco de comida, vio que en una casa de adobe juntaban el maíz, así que decidió llevar algo a sus abuelos que ya estaban demasiado viejos para trabajar en la milpa, y esperó a la noche.

Ya por la madrugada, vio que había dos personas que no se iban, lamentó el hecho porque no podría llevarse el maíz en forma humana, así que decidió transmutarse en un enorme gato negro, “era lo más seguro”, me dice, “porque aquí en esta zona no hay jaguares y se hubieran sentido amenazados”. Entró entonces a la casa de adobe como gato, escuchó que lo habían visto pues mientras uno deseaba que lo sacaran, el otro dijo que lo dejaran entrar para que se comiera los ratones. Guillermo entró y esperó a que se durmieran. No tardaron mucho en caer en sus sueños, así que mi amigo se paró en 2 patas y comenzó a arrastrar con sus manos o garritas un costal para sacarlo de la casa y luego llevárselo, ya como humano, en la camioneta que lo espera a las afueras del pueblo.

El gato negro arrastró y arrastró el costal cuidando, eso sí, que los durmientes, no despertaran, así logró sacar el costal. Pero con lo que Guillermo no contaba, era con la esposa de uno de ellos que, preocupada porque no llegaba a casa su esposo, decidió ir a ver qué había pasado. “No lo sé”, dice Guillermo, “será la suerte o será que mis ancestros estaban conmigo, pero…” y me contó que cuando ella lo vio él también se le quedó viendo a los ojos, ambos mirándose, no atinaban a qué hacer, el gato negro no soltó el costal sólo se quedó inmóvil ante la asustada mujer que en segundos lanzó un grito de espanto y entró a la casa como alma que lleva el diablo, Guillermo en segundos atinó a convertirse en hombre, cargar el maíz, y salir corriendo directo a su troca, para salir con pies en polvorosa a su comunidad no muy lejos, de ahí.

Al día siguiente, el rumor de que un gato negro se había robado el costal lleno de maíz corrió por todas las comunidades; el pavor se entremetió en la gente quienes asustadas ya no veían con buenos ojos a sus mininos, hasta que el más antiguo y sabio les dijo que ese debe ser el tributo que se le entrega a la tierra, a los animales que aún coexisten con nosotros, que debemos respetar a esos seres antiguos que son los nahuales pues ellos nos cuidan pese a que nosotros les temamos. Guillermo agradecido por sus palabras, le llevó unas cuantas bolsas de su botín, a lo que el chaman le dijo al oído: “gracias”. Ahí mi amigo supo que él sabía que el gato negro había sido él. Guillermo agradeció con la mirada. El sabio se le acercó y le dio un consejo: “la próxima vez, en un águila, vuelan y es difícil que te atrapen”, y esbozó una sonrisa cómplice que mi amigo correspondió con otra igual.

Yo le agradezco a Guillermo su confianza. Eso sí, recuerdo que cuando me narraba esta histomagia, 13 de mis 18 gatos se acercaban a él acariciándolo con su lomo, oliéndolo, identificándose con él, ellos ya lo aceptaron y saben que es de su manada. Su animal de poder, a decir de Carlos Castañeda, está ahí en su interior, esperando salir cuando él decida ayudar a los desprotegidos, esos, para nosotros, son nuestros superhéroes. Gracias por el maíz Guillermo. ¿Quieres conocer a mi amigo? Ven, lee y anda Guanajuato.