Por: Daira Rodríguez
Guanajuato, Gto. El pan de muerto surgió como respuesta a las prácticas de rituales prehispánicos, en las que se incluían sacrificios humanos, hoy es una deliciosa ofrenda que todos podemos disfrutar.
Este mangar marca el inicio de una tradición mexicana, llena de folklor y color, según algunas personas entrevistadas especializadas en el comercio del pan de muerto.
Vendedoras coincidieron en que estas fechas están llenas de recuerdos y cultura, más por la interesante preparación la cual inicia colocando levadura, azúcar y la mantequilla.
«Posteriormente se colocan los huevos y el agua, después se amasa y se deja reposar hasta que la masa doble su tamaño, al final se comienza a dar forma con los detalles del pan de muerto y se hornea durante 30 minutos», detalló la señora Claudia, quien trabaja en la panadería Martínez Rosas ubicada por el Cerro del Gallo.
El origen del pan de muerto tiene varias versiones, una de ellas sostiene que una mujer de noble linaje era ofrecida a los dioses. Después, el corazón le era extraído y, mientras aún latía, se metía a una olla con amaranto. Por último, el corazón era mordido por quien encabezaba el rito.
A pesar de todo, los conquistadores no solo rechazaron aquella práctica, sino que también hicieron un esfuerzo por suplirla simbólicamente. Debido a ello, en su lugar hornearon panes de trigo en forma de corazón. Luego, para simular la sangre, los bañaban con azúcar pintada de rojo.
Hay más misterio del que conocemos actualmente, sin embargo, el pan de muerto sigue siendo, de alguna manera, una ofrenda para aquellos que ya no nos acompañan.
Incluso se elabora de dos maneras: el pan tradicional de Anais y el de azúcar. Estos suelen acompañarse con cajeta hecha de camote de diferentes sabores, como la guayaba y la nuez.
“Me provoca muchos recuerdos familiares y de felicidad (…) la forma del pan de anís de muerto es ovaladito y el de azúcar es más redondo”, expresó Aidée vendedora en la panadería La Luz ubicada en la calle Tepetapa.
No pierdas la oportunidad de probar el pan de muerto, sobre todo de ponerlo de ofrenda en el altar para aquellos seres queridos que han partido de este mundo y rendir homenaje a su memoria.
