Ecos de Mi Onda

Cervantes y Clavel, un Libro y una Rosa

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Un clásico es un libro que nunca ha terminado de decir lo que tiene que decir.

Italo Calvino (1923-1985), periodista y escritor italiano.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), decidió celebrar el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor los días 23 de abril, a partir de 1995. Esta fecha coincide con el aniversario del fallecimiento de Don Miguel de Cervantes Saavedra, el Príncipe de los Ingenios, así como del extraordinario escritor inglés William Shakespeare, si bien en este caso el 23 de abril correspondía al calendario juliano, habiendo fallecido ambos admirables escritores en 1616.

Vale la pena mencionar los antecedentes de la proclamación del Día Mundial del Libro, entre los cuales resalta la historia de Vicente Clavel Andrés, escritor, traductor y editor nacido en 1888 en Valencia y quien muy joven se avecindó en Barcelona, en donde estableció la Editorial Cervantes, con el criterio permanente de cuidar la calidad del lenguaje y con el espíritu cervantino de apoyar a los jóvenes escritores talentosos. Vicente Clavel participó en la fundación de la Cámara Oficial del Libro en Barcelona y en 1923 fue nombrado vicepresidente de esa institución. En 1925, con el respaldo de ciudadanos lectores, escritores, editores, libreros, bibliotecarios, presentó la iniciativa de celebrar el Día del Libro y gracias a sus diligencias, la propuesta se convirtió en realidad mediante la respuesta afirmativa del rey Alfonso XIII, manifiesta en el Real Decreto del 26 de febrero de 1926, que establecía oficialmente la Fiesta del Libro Español.

En la Exposición de Motivos, Vicente Clavel se permitió corresponder el ideal de su propuesta con los anhelos de V.M. y con su propósito de propulsar la cultura, rendir pleitesía a los genios de la raza, divulgar las concepciones de los escritores españoles y facilitar la expansión de la lengua y del alma hispánicas, para enaltecer la patria y agrandar y fortificar sus prestigios insuperados. El Decreto Real contenía quince puntos y en el primero de ellos se establecía que la fiesta dedicada al libro español, se celebraría los días 7 de octubre, conmemorando el natalicio de Miguel de Cervantes. Los puntos restantes enfatizaban la importancia del libro como instrumento de cultura, civilización y riqueza nacional, exhortando a las universidades, institutos, academias militares, centros e instituciones de enseñanza, bibliotecas, ayuntamientos, empresas editoriales y establecimientos, a realizar acciones encaminadas a estimular la lectura y el amor al libro como vehículo de difusión de la cultura.

De esta forma, el 7 de octubre de 1926 se celebró con entusiasmo el primer Día del Libro en Barcelona. Posteriormente se extendió por toda Cataluña y con altibajos se fue arraigando gradualmente en toda España. En 1930, la fecha se cambió al 23 de abril considerando como criterio para esto, la fecha el fallecimiento de Cervantes, pero asimismo con la intención de hacer coincidir la fiesta del libro con la fiesta de Sant Jordi, santo patrono de los catalanes, festejo en el que desde el siglo XV se conservaba la costumbre de visitar la capilla del santo y regalar e intercambiar rosas entre los enamorados. Lo interesante ha sido que en la década de 1980 esta costumbre medieval, a la que ya se había integrado la celebración del Día del Libro, impulsó una modificación muy interesante, al intercambio y regalo de rosas se sumó el intercambio y regalo de libros: Cervantes y Clavel, el libro y la rosa. En esta idea, más que una argucia comercial, me parece más justo aplicar el proverbio anónimo que indica que el regalo de un libro, además de obsequio, es un delicado elogio a quien se ofrece. La UNESCO reconoce que este precedente regional promovido intensamente por Don Vicente Clavel, fallecido en 1967, es uno de los fundamentos de la declaración del Día Mundial del Libro, precisamente el 23 de abril.

Cuando se habla de la importancia del libro, existen frases que lo definen como vehículo de valores y conocimientos, depositario del patrimonio inmaterial, puerta de acceso a la diversidad de culturas e instrumento de diálogo. Asimismo, se desencadenan numerosos estudios estadísticos para conocer el número de lectores, o el número de libros que leen los individuos. Sin dar a conocer las metodologías utilizadas, muchas veces esos estudios se utilizan como alabanza o para denostar algún sistema político, con la vergüenza de que un estado en el que los individuos no leen lo suficiente, se le pronostica permanecer en el subdesarrollo.

En 2022, el reporte del Módulo sobre Lectura (MOLEC), presentado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), indicó que los mexicanos leímos en promedio 3.9 libros por año, bajando en 2023 a un valor de 3.4 ¿Qué puede significar, por ejemplo, que los alemanes lean hasta 47 libros por año? En un análisis de la Coordinación de Desarrollo Académico de la Universidad de Guadalajara, se subraya la característica nada deseable, de que México es por desgracia un país de no lectores, con base en los datos de la UNESCO, que ubican a México en el lugar 106 de 107 países, es decir, uno de los índices de lectura más bajos del planeta. Es fundamental establecer claramente los factores que provocan esta lamentable anormalidad, que implica que alrededor de un 35% de la población nacional, nunca haya leído un libro en su vida.

Podemos suponer que todas las personas que saben leer, necesariamente leen algo cotidianamente, aun cuando un número significativo de personas sólo se informen de lo que ocurre en el entorno mediante los programas noticiosos de los medios electrónicos, radio y televisión e internet. Sin embargo, en lo referente al libro como vía de acceso a la cultura y promotor del diálogo conciliatorio y reconciliatorio, la lectura tiene principios irrenunciables ya se trate del libro tradicional de papel encuadernado, o del libro virtual que se lee en la pantalla de un equipo electrónico. En este caso la lectura es de tiempo completo, es decir, así sean sólo quince minutos, exige una atención total como requisito para comprender lo que se lee y para que finalmente lo leído sea asimilado o descartado, con base a la tabla de valores que el mismo lector va construyendo y reconstruyendo mediante su propia e inalienable capacidad de análisis y opinión, para conducir justamente su conducta personal y social.

¿Cuántos libros se leen en la vida? ¿Cuántos libros por unidad de tiempo? Resulta muy graciosa la frase que expresó Woody Allen en este sentido: Tomé un curso de lectura rápida y fui capaz de leerme “La guerra y la paz” en veinte minutos… Luego, tras una presunta pregunta con respecto a qué le había parecido la voluminosa obra de Tolstoi, responde: creo que decía algo sobre Rusia.

Con la frase en mente de que un pueblo culto es un pueblo que lee, en los países en los que es patente la poca disposición a la lectura formal, se corre el riesgo de preocuparse más por la cacería de culpables, o por aplicar acciones banales, que por discurrir soluciones inteligentes para superar el estado situacional. El problema en sí mismo es multifactorial y algunas causas provienen precisamente del fondo político de enfocar las estadísticas. Por ejemplo, en algunos países preocupados por disminuir los índices de analfabetismo, o mejorar los indicadores de nivel de educación básica, se emprenden campañas intensas de inscripción escolar y de altas tasas de egreso, en aras de mejorar los índices, pero a costa de reducir drásticamente la calidad de la educación, con el resultado de que si el estudiante no despierta la conciencia a su autoformación, llegará muy rezagado al nivel medio superior y superior, al grado de arrastrar debilidades serias para la lectura de comprensión, sin la cual es imposible cubrir los factores para la formación integral de una persona y consecuentemente de una sociedad sana, libre, autónoma y productiva.

Independientemente del tema, un libro escrito en libertad y con objetividad puede convertirse en un peligro para un sistema que tiende a ser faccioso y dictatorial, lo que ha sido evidente a lo largo de la historia por la destrucción de cantidades exorbitantes de libros por motivos políticos o religiosos de camarillas intolerantes, que se adjudican la responsabilidad de velar por la salud de los colectivos. Además de literario, resulta toda una cuestión anecdótica el capítulo de la primera parte de El Quijote, en la que el barbero y el cura a instancias de la sobrina de Don Alonso Quijano, se ven en la penosa decisión de quemar los libros de caballería que le han sorbido el seso a su señor, pero guardando aquellos dignos de salvarse de acuerdo a su criterio y consideración. Al despertar Don Alonso, en su papel de Don Quijote, le notifican el incendio de su biblioteca provocado por un encantamiento. En su mente calenturienta, el hidalgo acepta fácilmente esta suposición y además le da nombre, sí, que fue el mismísimo encantador Frestón.

A Don Miguel de Cervantes le interesaba ser leído y alcanzó a conocer en vida la importancia de su obra, enterado de la traducción al inglés y al francés del Quijote, así como de la trascendencia del género de novela corta que desarrolló magistralmente en sus Novelas Ejemplares, para constituirse en uno de los escritores de mayor influencia en la historia de la Literatura de todos los tiempos.

La lectura es una actividad que enriquece al ser humano, pero que le exige lo mejor de su esencia para poderle sacar el provecho debido. Una vez que se le toma el gusto empieza a ser adictiva. Los criminales se acercan a la niñez para inducirlos al consumo de drogas ¿Por qué no adelantarnos a los criminales para inducir a nuestra niñez y juventud a la adicción a la lectura? En este caso, la tarea de las autoridades es incluir la lectura como cuestión de Estado y promover en la industria editorial mexicana proyectos novedosos tanto para la edición de series económicas de libros de calidad, como para publicar la obra de jóvenes escritores talentosos. O bien, ya que las nuevas generaciones están acondicionándose a la cibernética, pues que se introduzcan a la Literatura por esta vía, que tal vez a los mayores no nos convenza, pues preferimos sostener el libro entre las manos, pero que se muevan los indicadores a favor de la riqueza impresionante de la lectura comprensiva.

En el Día Mundial del Libro el Caballero de la Triste Figura cabalga de nuevo y recordando a Don Vicente Clavel, es el momento oportuno para regalar una rosa y un libro, pero más, regalarnos el maravilloso momento de leerlo.