Resulta curioso que lo popular, normalmente rechazado, discriminado, y menospreciado de pronto comienza a tomar relevancia, a ser presumido y finalmente “abducido” (usé esta palabra por que quiero que se imaginen un puesto de tacos succionado por una luz para ser reubicado en una zona residencial) hacia estratos más altos, ejemplos hay montones: los muñecos de peluche de cierta cadena de farmacias de acceso popular que ahora se lanzan en los conciertos, las cumbias rehechas con la participación de artistas de pop o las playeras con el discurso de las camionetas que compran fierro viejo utilizadas por personas por cuyas colonias nunca han pasado esas camionetas.

Se le señala como gentrificación y no lo es, no se trata de la expulsión física de los espacios, aunque digamos que son primas pues comparten un ancestro común que es la globalización, a su vez hijita del capitalismo, pero aquí no queremos hacer un mamotreto de cuarenta hojas repasando cada fenómeno, sino el entender por qué cada vez con mayor frecuencia ocurre que algo que era barato, pobretón e invisible de pronto es orgullo nacional y yo me atrevo a decir que se trata de una cuestión de identidad y pertenencia.
Bien decía Tolstoi al inicio de su célebre novela Ana Karenina (1878): “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”
Lo mismo aplica para los distintos estratos sociales, el privilegio es muy similar en cualquier parte del mundo, pero la pobreza tiende a adaptarse a su entorno y a generar una cultura particular, en países con un pasado colonial como el nuestro parecerse a los habitantes de países considerados como “civilizados” es una cuestión de estatus así sea la madre patria, Francia o Estados Unidos, esto no ha cambiado mucho, pero ¿Entonces para qué quieren lo popular? porque aquellos lugares y aquellos habitantes ya no están tan lejos como antes.
La pertenencia es una cuestión de mera escala y contexto y depende mucho de frente a que “otro” estemos parados, en el caso de la interacción con personas de otras latitudes se busca la diferenciación y al no existir en su estrato, se toma de otros, igualmente a nadie le interesa visitar una ciudad mexicana que parece europea, por lo que la identidad se ve como algo a lo que se le puede sacar provecho económico, como al fierro viejo una vez que se compra a precio de risa, se procesa y reutiliza.