Desde el Faro

UN VIERNES DIFERENTE

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Colores y sabores abundaban en el centro de la ciudad; al paso del caminante la gente ofrecía nieve y agua fresca, el único requisito era agregarse en las interminables filas y luego, saborear las nieves de limón, fresa, mango, guayaba; además, los ojos y el alma se regocijaban al ver a mujeres de todas las edades luciendo flores en el cabello, o en sus manos; en el bullicio callejero apenas podían escucharse unos versos : “…son como el sol, como el azul del cielo y como el mar, son algo más que las estrellas al amanecer…”

Al acercarse al Mesón de San Antonio se oyó con más claridad: “son como el sol de una mañana fría al despertar…”, era una bella y vieja canción, de esas que penetran hondo y traen recuerdos, “… olé y olé, los ojos de la española que yo amé…”, y eran las voces de la Estudiantina de la Universidad de Guanajuato.

Ese lugar que sirvió hace algunos siglos como albergue para los viajeros y sus carruajes, estaba repleto por otros caminantes que buscaban seguir la fiesta callejera, y en su búsqueda encontraron el sonido de guitarras, mandolinas, panderos, contrabajo y bandurrias – esa guitarra de 12 cuerdas- que en las manos de los músicos más expertos, suena como una maravilla. Entre esos caminantes había extranjeros, como las japonesas que no podían ocultar su alegría, o los turistas españoles que aplaudieron con verdadero gusto al escuchar esa canción que compara al azul del cielo y del mar con la mirada femenina.

También estaban ahí muchos habitantes de Guanajuato, los lustradores de calzado del Jardín de la Unión, que aprovecharon el descanso para convivir con sus familias, vecinos de las colonias de la periferia y maestros de primaria, no había funcionarios públicos, era una fiesta popular. Y al frente, en el escenario, la estudiantina, cante y cante, una canción tras otra, porque el público exigía más y más; así, la gente escuchó: Luna de Xelajú, Motivos, o aquella que dice “aquí se acabaron los versos del amor y el desafío, la niña se fue con otro y yo me quedé silbando fifi fifi, fifi fifi fi.. “ El Silbidito, en su versión guanajuatense, que conserva la melodía original, pero con letra distinta.

No faltaron los versos que casi todos cantaron: “entre sierras y montañas y bajo de un cielo azul, como en una inmensa hamaca bañada por el sol…”, hasta los niños parecían estremecerse con la obra de Jesús Elizarrarás.

Previamente, en el escenario del Mesón también “lloró la Virgen”, con el agua de betabel y las deliciosas nieves, que pronto desaparecieron.

Fue un viernes diferente con una fiesta más profana que sacra.