La ruta no parecía un desafío en el navegador, bajar en la estación indicada del metro, caminar recto durante un par de cuadras, cruzar la avenida, atravesar un tramo del zócalo, virar a la izquierda, caminar media cuadra y ¡listo! Tu destino se encuentra a la derecha. Los cinco minutos indicados y los metros medidos garantizaban un paseo cómodo y relajado.

Al llegar a la avenida, ésta indicaba una desviación para poder cruzar, un ajuste insignificante de media cuadra, que terminó sumándose en avalancha a las vallas que le esperaban del otro lado y que lo obligaron a rodear la plancha completa a falta de alguna entrada, todo esto mientras el navegador ajustaba sin cesar la ruta e insistía con su voz robótica en que diese la vuelta interrumpiendo la música molestamente ¿Qué va a saber el GPS de obstáculos efímeros? Lo apagó, siempre es mejor hacer berrinche con una buena canción que escuchando órdenes inútiles.
Por fin llegó a la esquina donde lo esperaban más barreras de metal y unos soldados que pedían credencial laboral para poder pasar, porque la libertad es menos importante que la explotación claro está, lo que lo obligó a caminar hasta la calle alterna, separada de la indicada por toda la extensión de Palacio nacional, pero esa calle estaba ocupada al centro por un templete y a los lados por más vallas y gendarmes, el sudor ya está resbalando por la espalda, los minutos corren indiferentes a su involuntario atraso.
Logra(¡por fin!) dar la vuelta y cuando trata de tomar la vialidad que le hará completar de nuevo el cuadro, se la encuentra, para sorpresa de nadie, cerrada también. Después de más de media hora y un recorrido diez veces mayor en distancia, de varios corajes y tumultos, por fin llega al lugar indicado, donde por cierto nada fue lo que esperaba, sobre todo aquello de pensar que sería el último en llegar si nadie de los convocados tiene un helicóptero.
Así las cosas en los planes, en el papel o en las instrucciones muchas veces suena todo muy bonito (o terriblemente intimidante si las instrucciones fueron hechas con odio), pero las variables de la realidad, las vallas, soldados y murallas, son difíciles de predecir aunque salgas con tiempo y un GPS o un guía o alguien que espera algo de ti desde su comodidad, de no estar ahí, de no ver lo que nosotros vemos y que parece sonar decepcionado o insistente ante lo imposible. A buscar vías alternas, no queda más y a saber que más que pronto, lo importante es llegar.