El espacio de Escipion

¿Una nueva formación del Estado mexicano?

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Le llamaron “el viernes negro”, anticipan el fin de todos los tiempos del tiempo mexicano, prevén la restauración del partido único, de la época de las dictaduras, de las monarquías… ¡El apocalipsis!, como dijimos la semana pasada. Estamos viendo crónicas de lo absurdo, debates estériles y amenazas sin eco ni impacto, porque llegaron tarde, llegaron con poco y sin fuerza argumentativa al debate de sí debe o no aprobarse el llamado plan “C” del lopezobradorismo: los opositores tuvieron cinco años para dar la batalla, tres los perdieron en entender al régimen y estos casi tres recientes confirmaron que siguen sin entenderlo.

Andrés Manuel se va con el 73 por ciento de aprobación tituló El Universal, un periódico de la lista de los llamados “conservadores”.  Y a 35 días de concluir el sexenio, es probable que los números de Reforma, El Financiero, El Economista… y hasta la desaparecida y desprestigiada Massive Caller, sean muy similares. El presidente lo presume, se mofa y fanfarronea ante los apocalípticos adversarios y masa crítica que lo atacan todos los días en sus páginas editoriales y a todas horas en las redes sociodigitales, porque los mira muy disminuidos y sin capacidad de recuperarse en el corto plazo.

Claro, hay quienes se preocupan porque se cree que, con la restauración del autoritarismo del partido casi único, se acote el régimen de libertades, se manipule la democracia participativa y los principios de equidad en todas sus formas, eliminando los contrapesos y que todo ello termine impactando en los indicadores macroeconómicos, tal cual previeron erróneamente hace seis años.

Pero vayamos serenándonos, porque el debate se está dando, hay total libertad de opinión y hasta de protesta callejera si así fuera. Es casi un hecho que las reformas avanzarán y tendrán respaldo social, porque más allá de las pláticas de café y de los foros a que tienen accesos diversos comentócratas del pesimismo, los grupos de apoyo a las reformas han copado plazas públicas, foros, encuentros, mesas de análisis y grupos de debate en sus propios canales. Muy intenso, apasionados, algunos bien argumentados y otros totalmente faltantes a la verdad.

¿Y qué se está discutiendo en las calles, los parques y foros a que hacemos referencia: al paquete de reformas y su impacto en su vida cotidiana? Quizá no todos se han dado cuenta, pero estamos presenciando y hasta participando, de algún modo, en una nueva reforma del Estado mexicano.

Aunque hay estudiosos en la materia que podrían disentir de este comentario, habría de hacer hincapié que las reformas de Estado tienen el objetivo esencial de asegurar la supervivencia del Estado y su funcionalidad ante los cambios económicos, políticos, sociales y culturales que se están generando en la dinámica geopolítica en que se está inmerso, inevitablemente.

Si lo viéramos desde el método marxista, las reformas del Estado en México han sido para garantizar los procesos del modelo capitalista occidental al que estamos alineados, pues dichos cambios mantienen intactos los tratados comerciales, quieren aprovechar la relocalización industrial y adecuarnos a los esquemas de generación de riqueza y protección territorial en la globalización.  Si lo hiciéramos desde la óptica del llamado padre del liberalismo económico, Adam Smith, estos cambios son necesarios para generar riqueza a la nación, por lo que es importante llegar a acuerdos, construirlos y construir los procedimientos para que estos sean posibles los cambios. Nada qué ver con una revolución socialista, como quieren espantar.

Y no es una discusión que sea única en nuestra historia. Las reformas del Estado son ajustes tanto de las tareas administrativas, del poder político como judiciales. Esto lo vimos con los ajustes en los años 80s del siglo pasado, cuando se orientaron a regular las tareas y funciones administrativas del aparato de Estado, llamándole “Alianza para la Producción”, supuestamente para hacerlo más competitivo, porque en ese entonces era un gigante concentrador de empresas: petroleras, gaseras, mineras, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, constructoras, lecherías, textileras, bancos, financieras, productora de alimentos, telefónica, telecomunicaciones, entre tantas otras. En lo político, se amplió la participación de las minorías, especialmente de las izquierdas, abriendo periodos de indultos a líderes magisteriales, campesinos y estudiantiles, y despresurizar el creciente sindicalismo independiente, las guerrillas urbana y campesina y movimientos sociales que pudieran desestabilizar al Estado.

Con el neoliberalismo vino un ajuste en el Estado, sin cambiar lo esencial: se dieron cambios para fortalecer la función regulativa del Estado en los mercados, se abrieron las fronteras al libre comercio y se bajaron las barreras arancelarias y se crearon instituciones desconcentradas y autónomas para proyectar certidumbre a un Estado de Derecho, afianzando la macroeconomía, pero debilitando a los más pobres, aumentando la desigualdad y la deuda social.

Hoy, con las bases sentadas en el modelo de la “Prosperidad compartida” quiere un punto intermedio entre las últimas dos transformaciones, conformando un sistema híbrido, sin caer en el neoliberalismo despiadado y tampoco en un neoestatismo bolivariano como algunos creen. Por otra parte, habrá ajustes políticos, porque dada la trayectoria de Claudia Sheinbaum y la mayoría del perfil de sus colaboradores, no señales de autoritarismo, porque fue su (nuestra) generación la que combatió precisamente ese tipo de regímenes.

Citamos hace unas semanas a Porfirio Muñoz Ledo sobre lo que ya previa desde 2017, y no se equivocó. Las reformas del Estado tienen tres bases iniciales: la económica, la administrativa y la judicial, pero después vienen las políticas judiciales y con ello la posibilidad de un nuevo constituyente. En esta última fase casi todos los mandatarios y sus grupos políticos pierden, porque deben abrir la participación de todos los factores y vencer una eventual crisis del Estado. Para ello se requiere mucho talento para la operación política que teja con filigrana los acuerdos. Por ahora, la lista de cercanos de alta confianza son Erain Morales, Lázaro Cárdenas, Ernestina Godoy, Altagracia Gómez, Pepe Merino, Luz Elena González, Omar García Harfuch, Rosaura Ruiz, Claudia Curiel y Arturo Chávez. 

¿Quién podría ser esa persona de Claudia Sheinbaum que asuma esa tarea? Ahí dejamos la pregunta.

Contacto: feleon_2000@yahoo.com