El escenario político en el país sigue en un proceso de transformación y, al parecer, sólo un partido político se ha dado cuenta de ello y los otros siguen extraviados, sin hallar su rumbo. Los partidos en México viven su propia aventura para conocer su destino, algo así su Easy Rider, como aquella legendaria película de fines de la década de 1960, en donde la travesía es conocer el entramado del consciente colectivo de la cultura política de los mexicanos para saber por dónde irse o bajarse.
Me refiero, claro, a MORENA, el partido en el poder, el gran ganador de la mayoría las últimas elecciones, cuya nueva dirigencia fue electa el pasado domingo llevando a los cachorros, no de la Revolución, sino de la Cuarta Transformación por delante; llámese Luisa María Alcalde Luján, hija del legendario abogado democrático Arturo Alcalde y de Bertha Luján, ex contralora del gobierno del Distrito Federal y cercana al actual presidente de la República, y por supuesto a Andrés López Beltrán –“Andy” para los cuates— , hijo del primer mandatario de la nación y a quien le cuelgan muchos milagros., no probados, desde hace varios años.
Junto con ellos, llegan otros jóvenes, como Arturo Martínez Núñez, hijo de Arturo Martínez Nateras, ex comunista y ex talamantista, y María de la Luz Núñez Ramos, ex alcaldesa de Atoyac de Álvarez durante los trágicos hechos de Aguas Blancas; además de Carolina Rangel, quien formó parte del poderoso Staff presidencial.
Ellos son los herederos de la nueva élite del poder político, del Bloque Histórico de la llamada “Cuarta Transformación” si lo describimos en términos gramscianos: la toma del poder del Estado implica construir uno nuevo bloque que construya su hegemonía; esto es, articulando consensos y dirigirlos a claros objetivos.
A la nueva élite morenista les tocará administrar la abundancia financiera y política que representa MORENA en el escenario nacional, algo así como tres mil 159 millones de pesos en 2024 (el cual, sin duda, crecerá en 2025 dado que elevó sus votaciones en el presente año); y en poder político: 23 de las 32 gubernaturas (y un colado del PVEM); 62 senadores de la República, 252 diputados federales y 483 diputados locales que dominan 21 de los congresos locales, además de tener dos partidos aliados que aportan poco, pero aportan: el PT y el PVEM.
Por el otro lado, ausentes, extraviados, sin rumbo fijo ni dirección, los opositores PRI y PAN, que no saben cómo sacudirse los cacicazgos de Alejandro “Alito” Moreno y del anayismo con Marko Cortés y Jorge Romero Herrera al frente. Del extinto PRD mejor no hablamos, pues la semana pasada les dijeron que registro ya no tiene vuelta atrás y tendrían que esperar hasta el 31 de enero del 2025 para informar al INE si contemplan crear otro partido político o no, así lo dio a conocer Ángel Ávila, exrepresentante del PRD en el INE.
Un libro que debería leer con sumo cuidado es Nexus: Una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la IA, del filósofo israelí Yuval Noah Harari quien más que una clase de cómo funcionan las nuevas estrategias tipo “Cambridge Analitycs”, hace un diagnóstico y descripción del éxito de la información política en la actualidad: la capacidad de convocarnos hacia un relato (o una “verdad propia”) para derrotar a los rivales (los buenos o los malos, sin ambigüedades). Y en esa lógica es que PAN, PRI y PRD se extraviaron, porque nunca entendieron ni descifraron al lopezobradorismo y la gran convocatoria social que fue construyéndose desde 2006 desde esos grupos de “influencers” de las redes sociodigitales y los operadores territoriales.
“En sus versiones más extremas, el populismo postula que en absoluto existe una verdad objetiva, y que cada cual tiene «su propia verdad», de la que se sirve para derrotar a sus rivales. Según esta opinión, el poder es la única realidad. Toda interacción social es una lucha por el poder, porque lo único que interesa a los humanos es el poder. Decir que nos interesa algo distinto —como la verdad o la justicia— no es más que una estratagema para alcanzar el poder”, describe el autor. Y, en ese sentido, Yuval Noah Harari afirma que los exitosos “se preocupan más por controlar los datos que por comprobar su verdadero valor; mientras que las democracias, en cambio, son redes de información transparentes en las que los ciudadanos pueden evaluar y, si es necesario, corregir los datos erróneos”.
Los partidos políticos en México son instrumentos de la clase política que agrupan intereses colectivos, definen ideologías, generan preferencias y canalizan agendas de demandas ciudadanas y con base en ello formulan sus ofertas de políticas y leyes. La sociedad, en este juego, tenemos la participación apoyándolos o castigándolos con el instrumento universal de la democracia liberal: el voto.
Siendo claros, los exitosos de MORENA están viendo cómo nace una guerra civil en ciernes, sin AMLO como actor central, pero operando hasta donde le dé la vida un eje político “Palenque-Villahermosa- Senado- Dirigencia Morena” que, aunque lo nieguen, querrá ser la cuña que apriete a Claudia Sheinbaum Pardo y su grupo, el cual, a su vez, estaría por construirse con claridad a partir de la semana próxima.
Y del lado de los opositores, sólo podemos decir que están huérfanos, sin capacidad de análisis del electorado, del ciudadano, del pueblo raso, de recuperación y de decisión. Lo único claro es que tanto PRI como PAN caminarán por su lado, y lo que queda del PRD sería refundar un partido socialdemócrata, a menos que Movimiento Ciudadano les siga comiendo el mercado. Y, pues, sí, hay espacio para nuevas expresiones políticas, porque el nivel de desconfianza en los partidos políticos en México ha crecido de 2018 a la fecha en razón del 35 por ciento, según encuestas de Latinobarómetro, lo cual se tradujo en un 40 por ciento de abstencionismo en la elección presidencial.
En este momento, los partidos se convierten más en cofradías de ciertos grupos que excluyen sus propias bases de militantes (las cuales sólo son útiles para llenar plazas, urnas y legitimar abusos de autoridad), con miras a consolidarse como bloque histórico, grupo dominante e incluso, clase social. Porque más allá de las circunstancias favorables para uno u otro partido, hay una tendencia en cada instituto político del atrincheramiento, contrario a la apertura, a la reconstrucción o a su refundación. En el mundo, esto ocurre, dando paso a partidos totalmente pragmáticos o fundamentalistas. ¿Cuál será el destino de los partidos mexicanos?