Se parecen mucho las gripes a los dramas, pues ambos tienen su origen en malas compañías, ambientes o decisiones; las primeras te contagian, los segundos te debilitan hasta ponerte vulnerable y las ultimas nunca resultan como uno quería o simplemente no se acomodan a la pura y dura realidad y ahí estas desabrigado con el clima helado para después andar moqueando a lo desgraciado. Muchas veces se juntan todos y se arma el combo mortal, que da ganas de poder quitarse la nariz un rato, nada más para descansar.

Pero los parecidos no se detienen aquí, cuando nos encontramos en medio de alguno de ellos, existe la posibilidad de caer en alguna de las dos reacciones nocivas inmediatas que serían: regodearse en la situación sin hacer absolutamente nada para cambiarla o por otro lado tomar medidas desesperadas que medio alivian pero que pueden ser costosas, inútiles e incluso contraproducentes, como tomar muchas pastillas para algunos síntomas que tal vez solo necesiten descanso y un tecito apapachador. Algunos desaparecen con el tiempo y otros en realidad necesitan de nuestra intervención acertada, sobre todo si vemos que la cosa va para peor.
En lo que sí son bastante distintos es que a nadie le gusta ver a otro, sea quien sea, resfriado, no veo tendencias “virales” (aunque bueno, para todo hay gente) de personas con tos de catacumba o sonándose la nariz discretamente o con sonido de claxon de camión, no hay noticias detalladas en la tele o los periódicos sobre cómo pasa un individuo en particular su gripe y realmente la enfermedad no es tema relevante al menos que se trate, como en el caso de la pandemia, de un drama mayúsculo.
El drama es parte medular del entretenimiento y la información humana, hay montones de formas de conocer dramas, reales o inventados, ya sea que vayan de boca en boca a través de chismes, de pantalla en pantalla en casi cualquier formato imaginable o incluso en la buena literatura y cine. Se llega a utilizar como aderezo de otros tipos de contenidos, como cuando en un reality de canto o cocina conocemos las tristes historias de los participantes o vemos las disputas entre ellos, al dar una noticia mostrando los testimonios de los afectados por dicha situación e incluso miramos en redes a personas contando dramas propios o ajenos mientras se maquillan, pintan alcancías o preparan un pastel.
No tengo una explicación certera para esto, quizás nos gusta experimentar en cabeza ajena para no pasar por lo mismo, tal vez el drama humaniza a las personas “inalcanzables” y nos pone en el mismo suelo, a lo mejor tan solo somos morbosos o nos gusta ver situaciones en las que las personas que no hicieron lo que nosotros consideramos correcto pagan las consecuencias que creemos que merecen. Yo ando en el propósito de darle un trato similar al que le doy al catarro; prevenir para que no suceda, pasar de largo si no me importa o no puedo ayudar o por lo menos consolar y entender que pese a todos los esfuerzos es muy probable que en algún momento me vea envuelta en uno y que tendré que lidiar con el problema en sí y con aquellos que lo ven como una fuente de entretenimiento.