Cuauhtémoc Trejo, Telemann, la OSUG
Y el viento volvió a silbar, un sonido íntimo se fue infiltrando poco a poco en la mente, en la sangre para llevar al público a uno de esos momentos llenos de suave pasión. En el escenario, un flautista, acompañado por las cuerdas, y en el ambiente, una parte del Concierto en re mayor, de Georg Philipp Telemann.

Cuauhtémoc Trejo, flautista principal de la OSUG, ya había interpretado “Amatzinac”, de Pablo Moncayo, e “Impresiones de la Puna”, de Alberto Ginastera; había concluido su participación en el Teatro Principal, pero ofreció como “encore” el segundo movimiento de la obra de Telemann, lo hizo en memoria de su maestro, Rubén Islas Bravo, fallecido recientemente; tal vez, impregnado por este acontecimiento, el músico logró conectarse con el público y conmoverlo. Sí, conmoverlo, agitarlo, porque se conjuntaron los sentimientos del autor, del intérprete, y la reinterpretación de los oyentes; ese es el encanto de la música.
Fueron solo 4 minutos, suficientes para emocionar, llevar de la mano al público a sensaciones de amor sublime, ese que brota con el menor estímulo; el resultado : el aplauso de un público muy agradecido, así es la obra del compositor más prolífico de la historia, obra que a casi 250 años de su muerte, no envejece.
El programa incluyó: “Chapultepec”, de Manuel M. Ponce; “Día de Verano en la Montaña”, de Vincent D’indy; y “El Moldavia”, de Bedrich Smetana, con la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, bajo la conducción del director invitado, Jooyong Ahn.
Fue una noche lluviosa, con poco público en el teatro, pero con mucha gente en las calles de la ciudad.