A veces me da por imaginarme que, como los reproductores de música, la percepción de nuestros tiempos tiene botón de avanzar, de parar y de adelantar y que a veces no tenemos muy en control que hacemos con ellos, aunque en los relojes los minutos siempre corran igual.

Por automático andamos en “play” la vida sigue, los pendientes se acumulan junto con los trastes del fregadero y los mails en el correo, lo fisiológico tampoco espera ni se puede postergar, se acostumbra uno a todo, dicen, menos a no comer, beber o descansar, podemos hacerlo más despacio o tratar de tomar una pausa pero esa función es engañosa, podemos tomar un café sin hacer nada pero después tendremos que lidiar con el avance veloz involuntario amontonar una canción de tres minutos en uno solo, lo pausado queda latente pero el disco sigue girando aunque no lo escuches. Se puede detener completamente, pero desafortunadamente ese botón de stop es definitivo, sin opción a invernar, congelarnos unos añitos o envolvernos en un capullo metamórfico para salir más radiantes y vistosos que nunca. A veces cuando me veo las patas de gallo o peor las patas de gallo de mis seres queridos más mayores quisiera apretarlo fuerte y no se puede, al igual que no se puede pausar en los momentos más felices, que curiosamente ponen el tiempo en velocidad y se van tan rápido como llegaron.
Y aunque la vida está hecha de tiempo y muchos es lo único que tenemos para generar dinero para poder seguir costeando nuestra estancia aquí (que ironía), hay un espacio entre sucesos importantes, como la última hora del viernes en la oficina en que tan solo quiseramos pulsar el botón de adelantar y ese viene en varias modalidades, como siestas, videos de gatitos en redes sociales, la fiesta o la ociosa contemplación de las grietas del techo. Supongo que a veces uno está tan enfocado mirando adelante que le cuesta seguir el ritmo normal de las cosas y darle un uso más productivo a esos huecos, estamos en cuerpo aunque la mente ande futureando.
Aplica este botón de avance rápido cuando no la estamos pasando bien como en el peor día de un resfriado o de una decepción, si el tiempo todo lo cura hacerlo correr más rápido significa sufrir menos y probablemente tampoco aprender nada aunque a veces pienso que del dolor de anginas lo único que he aprendido es a hacerme tecitos reconfortantes y nada más. Existe también la agobiante posibilidad de que a veces mantenemos ese botón presionado sin intención de hacerlo perdiendo tiempo que podría ser útil sin nada que esperar adelante, como brincando entre canciones que ni te gustan en lugar de cambiar de disco.