El título suena a una combinación con posibilidades de éxito dentro del contexto de una fiesta infantil, ya que los asistentes aún tienen las papilas gustativas tiernitas para recibir cantidades industriales de azúcar sin pensar en la línea o la terrorífica y casi endémica diabetes, sólo le tocará a sus papás lidiar con las consecuencias que esta bomba de energía tiene en sus criaturas, nada que una trapeada y una curita ubicada estratégicamente no remedien.

Pero seamos sinceros, eso casi no pasa en enero, tan agotados del social, estridente y casi–a-fuerzas alegre diciembre que es tan colorido, sintético y empalagoso como la mezcla de bizcocho con gaseosa, que por cierto también provoca un estallido jubiloso cuyas consecuencias sí que están muy presentes en este mes.
Un ejemplo de estas últimas, es precisamente este día en el que estoy escribiendo conocido como “Blue Monday” o el lunes más triste del año, cosa que es de resaltar ya que los lunes no se distinguen por su popularidad entre la población o por ser lo mejor de la semana. Además coincide en código para ser nombrado con el “Black Friday”, también conocido en estas tierras no anglosajonas como “El buen fin” del que seguro para estos momentos están recibiendo las facturas mientras miran el primer rayón en su, antes flamante, dispositivo de alta tecnología.
Y así como no va a ser un día triste, a media quincena, entre el frío y la desesperanza, entre las cosas retomando con su ritmo habitual pero sin la gasolina necesaria. Esto me lleva, rumiando de nuevo por que el azúcar es difícil de masticar, al dichoso pastel con refresco, tan redundante como este laberinto, como una posible explicación a éste fenómeno depresivo colectivo con nombrecito poético.
Ambas cosas, pastel y bebida, están bien de azúcar o incluso hasta un poquito sobradas para ser honestos, pero para el noventa por ciento de los paladares (estadística obviamente sacada de la manga y sin valor oficial) el refresco sabe insípido y horripilante después del pastel, como este azulado lunes después de las fiestas o cualquier domingo de crudeza cuando uno descubre que se apuró de golpe, junto a las bebidas espirituosas, el contenido de la cartera, la reserva de alegría de varios días y algunas irreparables horas de sueño.
¿Qué me queda por decir? Racionen su azúcar o estén conscientes de que se sentirán mal después de abusar de ella, por mero contraste y rebote, es muy posible que nada esté tan mal, saberlo siempre ayuda.