El Laberinto

Bombón

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Siempre sentí lo mismo después de tocar una puerta y escuchar ladridos y alboroto del otro lado: terror puro y muchas ganas de que nadie saliera a abrirme, esperando que el alboroto canino hubiese mitigado mi tímido toquido. Vámonos, siguiente casa, tenemos muchas, nada pasa.

Cruzarme la calle, mirar a la pared mientras pasa el peligro, esperar de lejos, evitar los parques concurridos, las rejas con huecos, mirar las cicatrices en mis chamorros de encuentros menos gratos, juzgar a los demás por sus decisiones de compañía no humana, pensar en comprar un silbato ahuyentador o llevar un salvaje palo defensor o ya mejor no salir, dedicarme a otra cosa, la administración de empresas ya no suena tan mal.

“Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido” siempre me pareció una frase de arrepentimiento para los ingratos cuando pierden aquellas cosas buenas que siempre dieron por hecho o que se tomaron como un derecho,  hasta que se pierden cosas innecesarias que también siempre se dieron por verdad y por costumbre como el miedo a los perros, que me atormentó toda mi vida desde que tuve memoria y que ahora se disuelve entre colitas que se agitan y miradas tiernas, entre cabecitas en mi rodilla y risas cómplices con los dueños que disculpan a sus mascotas por ser encimosas, como si eso fuera un defecto.

No lo había notado, lo juro, como no notas que te crece el cabello hasta que te sale una formidable coleta, lo mucho que las cosas habían cambiado hasta que me vi diciéndole a alguien más “que no hace nada”, hasta que los ladridos se volvieron expectativas, adivinanzas de tamaño y tipo, ganas de que abran esa puerta solo para ver que le atiné a la mascota misteriosa y con suerte poder darle unos cariños. Todo ese cambio en este caso tiene un nombre y ese es Bombón, justo lo que se imaginan: una masa azucarada, blanca y rosa pero con colmillos y partes prosaicas, con sonrisa de lengüita y  alegría infantil, un pitbull abandonado que esperó a su héroe cerca de mí y que ahora tiene un hogar donde valoren su inocencia y tamañote. Este laberinto es para ti Bombón, aunque no sepas leer, los perros no se complican tanto.

Y también es para ti, que estás leyendo, porque esa bestia tras una puerta o a la vista pero nunca  realmente cerca si te cruzas la banqueta o le das la espalda, puede ser cualquier cosa o ser  al que temas, un monstruo imaginario que se derriba cuando abres tu corazón y cabeza. Advertencia: de todos modos hay excepciones y a veces hay razones para temer,  no ha que olvidar eso, pero tampoco se pierdan de la hermosa experiencia de degustar un bombón y cambiar sus vidas