El poeta recibe homenaje en la Feria del Libro de León
Hace algunos años, Juan Manuel Ramírez Palomares dijo sentirse como un extranjero en su propia tierra; ahora, León, el lugar donde nació, reconoció su trabajo, su obra, su tenacidad por escribir cada palabra con paciencia y profundidad hasta encontrar el detalle adecuado; y en la edición 36 de la Feria Nacional del Libro, el poeta encontró calidez, solidaridad humana.

Juan Manuel ha trabajado mucho en Celaya, San Miguel de Allende, Guanajuato, o Valle de Santiago, su vida ha transcurrido en estos y otros sitios, casi nunca en León, la gran ciudad no lo conocía; incluso, hubo un largo espacio en que desapareció, pero, después de varios meses, su existencia tuvo un cambio, en Guanajuato Capital un grupo de amistades le ayudó a presentar sus libros en museos y galerías, incluso trabajó en una librería de viejo, ubicada sobre la calle Positos. En la ciudad cervantina recuperó la tranquilidad.
Bien dicen que además de talento es necesario contar con amigos, porque fueron éstos quienes le ayudaron a recuperar la confianza en sí mismo, hasta lograr que en la Fenal 36, recién concluida, se le rindiera un homenaje, y con ello, les recordara a los leoneses que la poesía es sabores, emociones, colores, sin los cuales sería difícil vivir. Bastan algunos ejemplos de su vasta obra – 25 libros publicados -, algunos de ellos con traducciones en inglés y francés.
“Contemporáneo de mi muerte defiendo a diente y garra el polvo que me cubre desde ahora, lo dejo por ahí, en el camino. En la silla del bar, en la flama sexual, en el hastío…»
Se me da, no sé por qué azar, el refugio en el vértice de la noche arropado con mis años asomado a la suerte de la vida callejera, donde todo va como sin rumbo, como en fuga infinita. Extranjero en mi ciudad desde los ojos intento traducir los hechos de gente que puebla espacios y actitudes.
No aspiro a lo breve de los siglos, espero apenas, con gran espera, lo profundo del momento.
Porque en un abrir y cerrar de ojos se sufre el placer, se llora cantando; eso es también lo verdadero”. De sus reflexiones en “POETICA”, nos lleva en “RELAMPAGO” a esas escenas que aterran:
«Quien sepa mirar la luz quebradiza del relámpago/ puede encontrar en sus ojos la semilla de un árbol/ el país diluido de los muertos./Porque es una estatua de lluvia que promete/un alarido de mar bajado de los cielos.
Porque construye y corta imágenes/aterra y sugiere palabras intactas/como una oración o el propósito de un beso./Violeta en un campo de grisura/llaga y dolor recientes/manto que desnuda a la noche y une cuerpos/bajo su piadosa mirada de ángel expulsado».
Y en “SALTIMBANQUIS”, Juan Manuel recuerda las experiencias infantiles:
“…Alguna vez ya de noche/ feliz viví en un paraíso de gitanos/el sax tenor y los tambores/daban ritmo a la torpeza de los elefantes/decoraban con su retumbar el corazón de un niño distraído/Le daban ala y vuelo de ángel/en ese planeta vagabundo/de nombre curvado:/Circo».
Ese es el sentir del poeta que ha dejado de ser extranjero en su terruño, mientras otros aún se sienten “extraños” en la industriosa ciudad y se han refugiado en la Capital Cervantina.