El Laberinto

Un cielo lleno de estrellas

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Una inocente dinámica, bastante común en los eventos masivos en el país de las barras y estrellas que consiste en enfocar la cámara hacia las parejas del público motivándoles a darse un beso que se transmite en las pantallas del recinto, terminó convirtiéndose en un drama digno de las historias de internet que en este caso se titularía: “Mi esposo, CEO de una prestigiosa firma de tecnología, me  engaña con su compañera de recursos humanos y es expuesto a nivel mundial” (lean esto con voz de IA, por favor).

Todo ocurrió hace unos días durante el concierto de cierta banda británica de melodías melancólicas (por no decir aburridas, seguro usan la Kiss cam para que la gente no se quede dormida) cuando captaron a una empalagosa pareja de mediana edad que reaccionó con evidente pánico cuando notaron su abrazo en formato gigante y no solo eso, si no que el vocalista, jocoso, les preguntó si estaban en alguna relación extramarital. Y sí, lo estaban y peor, se hicieron virales,  fueron identificados y hasta el trabajo perdieron, ni a los escritores de telenovelas se les hubiera ocurrido tal cuestión pero bueno, el chisme ya lo saben todos así que ahora nos toca rumiarlo.

La reacción del implicado, más enojado por haber sido “expuesto” que arrepentido por haber engañado a su pareja, rompiendo de paso las reglas de la empresa de no relacionarse entre compañeros que sirven, moral aparte, para que no sean cómplices en la trampa y el favoritismo, es dar un comunicado con disculpas vacías y su deseo de demandar a la banda, por profanar su privacidad. 

¡Ahhh la privacidad! Es un privilegio muy curioso al que muchos renuncian voluntariamente por atención exponiendo cada detalle de su vida en redes o que  se pierde involuntariamente al obtener fama o al estar en un espacio público, una cosa es que alguien irrumpa por la fuerza en ella, robando contraseñas, espiando o con cualquier otro método sin ética y otra muy distinta es que tú la entregues en bandeja de plata y después te quejes de que opinen o de que haya consecuencias, más viviendo en un mundo donde hay más cámaras que estrellas, incluso en los timbres y los bolsillos. Al parecer el sujeto llegó a CEO gracias a su increíble talento para culpar a los demás por sus errores, más que por su inteligencia.

La moraleja es de preferencia no andar en malos pasos pero si ya has sido sorprendido en ello, lo mejor es aceptarlo. O usar antifaz en el estadio, también.