El Laberinto

Recuerdos de la prepa

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Evitar ciertos pasillos cuando ya no había luz de sol, ciertos puestos de comida con fama de diarrea segura, no ir sola al baño y siempre cargar mi propio papel higiénico, salir rápido y en grupo para no encontrarnos a los porros que cruzaban la calle echando goyas y mentando madres.

Encontrar tu estilo, a tu gente, agruparte, conocer la música, el juego rudo, el llevarse y aguantarse, probar por primera vez los cigarros, el alcohol,  el amor y las amistades a toda prueba, casi inundar un laboratorio, comer paletitas, quedarme dormida en física y responder y debatir en ciencias políticas, un concierto en la explanada, un escritor presentando su libro en la biblioteca, escapadas al parque o al billar, llegar y volver a casa en transporte público, con otros estudiantes mezclados con trabajadores, atravesando  colonias peligrosas, porque la escuela estaba en una colonia peligrosa y nosotros veníamos de unas iguales o si no ¿Para quienes creen que se construyen esas escuelas?

Todo eso lo viví en un CCH, hace más de veinte años y mi madre, al igual que las de la mayoría de mis amigos solo pisó el plantel el día que me inscribió, nadie las tachó a ellas de negligentes, era y creo que debería seguir siendo, lo normal. Finalmente es una ciudad en miniatura y mejor entrenar en la chiquita que en la de verdad, eran nuestros primeros años de libertad y también de identidad y nos dieron herramientas para aprender a cuidarnos y para socializar con nuestros pares, además de hacernos cargo de nuestras obligaciones, pues nadie te obliga a entrar a clase.

Los he empapado con toda esta cascada de recuerdos por que a raíz del asesinato ocurrido recientemente en un plantel de preparatoria, ahora todas las noticias están centradas en la violencia en las escuelas, a pesar de que las causas del mismo no vienen de esta violencia, sino de una comunidad misógina y resentida que culpa a las mujeres por rechazarlos y a que detesta a quienes no viven tal rechazo.

No romantizo el peligro que vivimos en los planteles, pero es un reflejo de lo que sucede afuera y desde afuera se debe de empezar a erradicar, grave es pensar que la seguridad se consigue a costa de la libertad, aunque como sabemos es una estrategia más vieja que el agua tibia, el problema de infantilizar a los jóvenes y adolescentes y esperar que sus padres, que tienen que trabajar además, estén detrás de ellos es condenar a las siguientes generaciones a ser miedosos, con nulas habilidades sociales y totalmente dependientes.

Como cereza del pastel,  de llegar a implementarse, estas medidas van a  provocar más casos como el recién ocurrido, pues es la receta perfecta para crear más jóvenes solitarios y resentidos.

Aunque tal vez estoy exagerando, mañana sucede algo que atraiga el foco hacia otro lado y nos olvidamos del asunto, como de la pipa.