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LAS COSAS COMO SON (columna de asuntos terapéuticos)

¿Cómo se desarrolla una consulta de Constelaciones Familiares? A este respecto quizá es de utilidad la siguiente serie de precisiones. Una muy importante: las constelaciones (en sesión individual o con grupo) se realizan mirando la solución antes que la descripción del problema. De ahí que la pregunta inicial sea “¿Qué te gustaría solucionar?”. Cada persona puede sentir interiormente cuan diferente se percibe enfocar la atención en el propio padecimiento o enunciar qué le gustaría a uno cambiar, resolver, dejar atrás. Ese movimiento, ese ponerse en marcha, es lo que importa aprovechar. Quien no puede responder a la pregunta por lo que quisiera solucionar, no está listo para admitir lo nuevo, se halla cómodo en su situación.

Llegamos entonces a un segundo asunto: la detección de un síntoma es el detonador de la consulta. Una persona se decide a buscar soluciones cuando sus síntomas ya le impiden la vida, de la forma que sea. Puede tratarse del encuentro continuo con parejas que siempre se van, o de la observación molesta de que uno no puede dejar de repetir la conducta de uno de sus padres, o de la sensación de que uno está ausente en su casa, o por la pérdida de control ante el enojo o la tristeza o la decepción, o de la imposibilidad de suprimir alguna adicción, o de lo que la persona decida que es sintomático tal como ella lo enuncia.

Vistas así las cosas, uno como facilitador puede responder rápido que no hacen falta muchas sesiones de consulta. Detectado el síntoma, decidido qué se quiere solucionar, lo siguiente es dar un paso. Como se trata de algo que impide la vida, se aborda de inmediato, se muestra su dinámica profunda y oculta, y se ofrece la imagen de solución. No hay más. El facilitador comienza a olvidar casi de inmediato y la persona que consulta vuelve a sus asuntos sólo con la consigna de observar sin intervenir, para permitir que el nuevo orden introducido irradie sus efectos. La persona regresa a su familia, se mantiene en la fuerza de su sistema familiar, y es ella quien se ocupa de su propia circunstancia.

En este sentido, la única dependencia que se promueve a través de la consulta es la de la propia familia de origen, la de la familia actual, dependencia basada siempre en el amor. ¿O acaso hay algún padre de familia que no desee lo mejor para sus descendientes? Es esa determinación la que importa no perder de vista pues todos somos hijos y luego también progenitores. Entonces hace falta el mínimo de sesiones posible.

Por esta vía llegamos a la cuestión relativa a la filosofía de la terapia, a sus métodos. Ahorita ya es sencillo comentar que prácticamente todos los síntomas que llevan a una consulta son formas de servir al amor, al amor que se vive en la propia familia. El propósito entonces consiste en descubrir de qué manera ese síntoma sirve al amor más profundo, al que vincula con los ancestros familiares, en descubrir cuál es la expresión autorizada del amor en esa familia.

Ése es el trabajo del facilitador, que ocupa un lugar inferior junto al consultante, quien es en verdad el sabio. El consultante sabe qué le gustaría resolver, sabe qué ocurrió, conoce los antecedentes en su familia extensa, percibe los detalles; para decirlo en breve: lo sabe todo. Pero está embrollado, implicado, cautivo en esa madeja. Lo que el facilitador hace es mostrarle la dinámica profunda e introducir el orden que se desdibujó. De este modo, el consultante puede reconocer la punta o el cabo de la madeja, puede ubicar dónde se encuentra, puede situarse en una posición favorable sin dañar a nadie, y de modo a veces imperceptible contribuir a que la madeja se desenrede.

Lo único que hace falta es “reconocer lo que es”, mirar “las cosas como son”. Esto significa poner la atención en los hechos, no en los juicios, no en los anhelos, no en los prejuicios, no en las idealizaciones. Por este camino se consigue muchas de las veces una sintonía con el vivir mismo que vuelve innecesario cualquier fingimiento, que aminora casi hasta la disolución el esfuerzo de comenzar el día, que permite mirar la sonrisa antes que la tontería, que lleva a considerar inútil el aislamiento, la retracción, la exposición al riesgo o la hiperactividad.

Órdenes del amor es la base conceptual de esta terapia, y no significa sino conducirse conforme a la condición actual, sin quitar ni añadir nada de lo vivido y ofreciendo la honra y la gratitud a los ancestros y a nuestros familiares excluidos a fin de estar completos. Resta solamente señalar que la curiosidad es diferente de la necesidad. La primera quiere conocer pormenores, la segunda tiende hacia la solución.