LAS COSAS COMO SON (columna de asuntos terapéuticos)
Jorge Olmos Fuentes
La consulta de constelaciones familiares tiene lugar, no en el nivel racional, sí en el territorio del corazón, del alma dijo en algún momento Bert Hellinger, del espíritu afirma últimamente el creador de esta modalidad. En efecto, la consulta se realiza a partir de la exteriorización de imágenes personales que muestran cómo estamos relacionados con otros miembros de la familia, como nuestros padres o nuestra pareja o nuestros hijos o aun nuestro trabajo. Para decirlo sin rodeos: la consulta muestra cómo miramos la situación, cómo estamos colocados ante lo que parece ser adverso. Se dice entonces que esa imagen está vigente en el interior de la persona y que desde ahí produce determinados efectos, por ejemplo causa los problemas que intentamos resolver.
Pues bien, allí mismo tiene lugar el ajuste, el acomodo, la introducción del orden del amor que corresponde, la implantación de la jerarquía que no se había considerado (aunque lo estemos presenciando a través de movimientos de representantes). Hecho lo cual es de esperarse que se manifiesten algunos otros efectos, previsiblemente más favorables, menos adversos, estimulantes de cierta libertad de acción, impulsores de conductas más adultas, mejor dicho: más concordes con la edad y las responsabilidades de nuestro momento. ¿Cómo se llega a ese ámbito de la persona?
Este es precisamente uno de los rasgos característicos de este trabajo, pues sin hurgar apenas en la historia de quien consulta, es posible entrar en contacto directo con la situación, y con las personas en ella involucradas, que se quiere resolver o cambiar. Y curiosamente, salvo en contadas excepciones, la persona siempre tiene claro de qué se trata o bien experimenta un súbito acordarse de aquello que ya parecía inofensivo o sin importancia o echado a la cuneta. De esta forma se experimenta un reconocimiento de lo que es por demás relevante.
Naturalmente, el contacto frecuente con la técnica, aunado a la experiencia, permite intuir de qué se trata en cada caso o hacia dónde se encuentra la solución y si hacen falta más personas. Si bien para mucha gente que presencia este trabajo allí parece haber un misterio, en realidad (diremos nosotros) se trata tan sólo del desarrollo de una habilidad de percepción. Pongamos por ejemplo lo que experimenta un hombre enamorado cuando percibe al vuelo el pensamiento de su amada, o la alegría de una mascota que siente a su ama salir del trabajo y comenzar a acercarse al hogar, o a la del bebé que aun sin reconocer a nadie no se equivoca en detectar quién es su madre. En estos ejemplos puede observarse dicha percepción en acción, de modo natural, sin entrenamiento. Facultad que puede por supuesto habilitarse y desarrollarse. Finalmente lo que aquí está en juego no es otra cosa que la unidad sustancial de la especie, que hace válida aquella afirmación de que no hay nada humano que me sea extraño.
Y para la consulta de constelaciones Familiares esa facultad y ese trasfondo son en extremo necesarios, tanto como lo es el hecho de que no hay ninguna persona en el mundo libre del dolor; condición que nos iguala y que sienta la base de una empatía imprescindible. A todo ello hace falta sumarle los descubrimientos relativos al orden familiar, a las leyes de la conciencia familiar, a las lealtades invisibles, a la alegría de meterse en una implicación a fin de seguir perteneciendo a la propia familia, a las posibilidades del respeto de los otros. La suma sistematizada de tales unidades es la que permite mirar la solución, y producir en consecuencia una respiración profunda y liberada, un sosiego como hacía mucho no se experimentaba, una alegría recuperada, y tantas otras muestras del efecto bienhechor de una consulta. Un efecto que deriva directamente del interior de la persona (de su corazón, de su alma, de su espíritu) y que suele vivirse como un poner la casa en orden, como un movimiento favorable hacia la vida, como la instalación de una imagen nueva que desplaza a la anterior y que restaura el flujo del amor. La cuestión técnica estriba, pues, en escuchar lo que dice el interior de la persona que consulta, y es una habilidad de percepción desarrollada, no un truco y de ninguna forma un hechizo.