De humor y pasión en “Noches islámicas”

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39 FESTIVAL INTERNACIONAL CERVANTINO

Benjamín Pacheco

Guanajuato, Gto. 15 de octubre de 2011.- Las pasiones ocultas y los sueños prohibidos que viven múltiples personajes del mundo árabe, que al concretarse no desembocan en tragedias sino en finales felices, fueron el núcleo de la obra Noches Islámicas, del laureado director guanajuatense Héctor Mendoza.

Cartel donde se anuncia la presentación de "Noches islámicas" (Foto: Especial)

La obra del dramaturgo, reconocido en días pasados de manera póstuma con la Presea FIC a la Trayectoria Artística, estuvo a cargo de su alumno José Caballero y la Compañía Nacional de Teatro, quienes mostraron lo mejor de sus dotes histriónicas con motivo de la edición 39 del Festival Internacional Cervantino (FIC).

De esta manera, el elenco recreó en el Teatro Cervantes las laberínticas calles de Bagdad del año 787 de la era actual, el ambiente relajado del sultán Harún al-Rashid, así como las desventuras de un par de embajadores del emperador Carlo Magno.

Noches Islámicas fue presentada por primera vez en la década de 1980 y es una adaptación de relatos contenidos en Las mil y una noches, así como de pasajes históricos relacionados con la vida del sultán citado.

Al modo contemporáneo, la obra inició sin previo aviso para el público, por lo que muchos de los asistentes continuaron hablando por teléfono, enviando mensajes de texto y conversando sin darse cuenta que los actores ya estaban en escena, en una especie de preámbulo para remarcar el tono fresco y espontáneo que caracterizaría a la pieza teatral.

La versión Mendoza-Caballero se caracteriza por un humor constante, desnudos frontales y la exploración sensual, un elaborado desplazamiento de personajes, manejo de luces, siluetas y perspectivas, así como un desarrollo de historias sucesivas en el escenario.

El espectador da cuenta, básicamente, de dos historias que corren paralelas, se cruzan o se complementan: la del hombre que fue engañado con un supuesto sueño de que era califa, y la del embajador cristiano que terminó siendo seducido por la cultura árabe y el islamismo.

Ambos relatos están conectados por las decisiones del califa Harún al-Rashid: en el primero, se refiere su gusto por deambular en secreto por las calles de Bagdad, con el propósito de conocer mejor a sus ciudadanos.

En dichas andanzas, el sultán conoce a un hombre caído en desgracia, Abul Hassán, a quien le hará creer que es el monarca durante todo un día; la decisión tendrá sus consecuencias, pues en el ejercicio de su poder mandará cortar la cabeza de su mejor amigo Malik as-Sujraguardi.

Para la otra historia, se refiere la búsqueda de una alianza de Carlo Magno con el sultán; estará a cargo de los embajadores Ranulfo y Adalbert, en donde uno de ellos cree ver a un ángel que lo acosa.

A pesar de que los relatos originales suelen caracterizarse por su tono violento y sangriento —esto no impidió que causaran furor cuando las conoció el Occidente del siglo XIX—, y estén centrados en la inteligente figura de Sherezade, la obra se destaca por una reinterpretación que resultó accesible a los asistentes, quienes celebraron las constantes bromas y los líos puestos en escena.

En su momento, Mendoza concibió una comedia y este espíritu es el que busca recordar Caballero, tal como lo expuso en el programa de mano: “Invita a la reflexión, incluso llega a ser didáctico, pero su primer propósito consiste en divertir, ¿hay algo raro de que (Mendoza) se fije en Las mil y una noches para escribir una comedia? Por eso hemos querido Noches islámicas: para recordarle”.