Se solicita asesino

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HORIZONTERIO

Paloma Robles Lacayo

06 de octubre de 2011

Y cómo no requerirlo. Hay que decir que sus servicios son urgentes, y siempre han sido indispensables. En especial hoy, que se encuentra más fácilmente lo prescindible, que lo venidero, con su larga estela de esperanza, tan resplandeciente que deslumbra, quizá por eso no se puede ver lo que la origina. Entonces, lo que resulta insoportablemente claro es el presente, justo así, tan lleno de presencias, que hasta pueden distinguirse los excesos, es por eso que se amerita un asesino, y es que él… No podrá dar vida, no está habilitado, pero se ha apropiado de la función de arrebatarla. Él, íntimo amigo del silencio (en la medida en la que lo crea) al que tal vez tampoco tolera, cual compositor incómodo, acalla voces para alcanzar lo que considera armonía, porque le estorba el ruido para llegar a la música. Los asesinos viven de matar, sobreviven de morirse junto con sus víctimas. La vida les cobra el precio más alto: la vida, de otro que no deja de ser sí mismo. Su labor es un acto de inmensa y soberbia arbitrariedad: se atreven a extinguir la flama que jamás podrán encender, la que mientras exista, alumbrará a alguien. Por tanto, nunca sabrán con exactitud la magnitud de la afectación. No han descubierto que los individuos se engarzan, y que la trascendencia de cada uno es inestimable para la constelación, y para el universo. Tienen tantas vidas como seres aniquila, porque se van junto con ellos, y son igualmente insalvables. Pero aún así se solicita uno.

Sin duda, también la presencia daña. La distancia es un consuelo, pero a veces no cabe la necesaria en el infinito. Además, también hay asesinos vivificantes. El relámpago, verbigracia. Rompe la quietud con su imponente figura, quizá no destruye nada más que un hilo de ausencias insignificantes. Arde, llama. El sol, que interrumpe la noche, y es tan cortés, que alcanza a saludar a la luna en el firmamento. Suavemente le pide que se marche, y la luna, que es toda una dama, se retira al paso que le es más digno, pero se va. Ella es tan fiel a sus propios designios que no tiene la posibilidad de convertirse en el asesino buscado. Anda por su ciclo, bien conocido, tal es la consigna que jamás abandona. Se sabe cuándo esperarla, y cuándo extrañarla. Su comportamiento es tan diáfano como su aspecto. Es una mujer llena de certeza. Pero luego, resulta que asesinar es afortunado. Un diamante pulido sacrificó algunas capas. Un árbol resplandeciente despidió hojas marchitas. El despojo es una ocasión de renacimiento. El asesino también es un artesano, modela su escenario para que luzca la obra que eternamente aspira a ser perfecta, aunque su intervención sea fortuita. El tiempo es un asesino de sí mismo, en tanto que continuamente se extirpa para regenerarse. Ha entendido muy bien su valor, y habrá de ser, mientras exista, el hermoso puente colgante que amalgama el brote con el ocaso. Habrá que dejar de ser, de cuando en cuando, para ser con mayor pureza, intensidad, nitidez, y verdad.

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Paloma Robles Lacayo se define como La mujer del tiempo, La duquesa del Beso, Un imperio de mujeres junto al mar, Alguien indefinible. Contacto en: fuegoeingenio@yahoo.com.mx.