“Yo el Supremo” y por qué cuestionar a la autoridad

Compartir

Redacción

Guanajuato , Gto. 04 de marzo de 2012.- Toda la complejidad que encierra una de las grandes obras de la literatura hispanoamericana del siglo XX, Yo el Supremo, concluye (después de su análisis) en un mensaje directo: “todo discurso de poder debe ser cuestionado”.

Concepción González, académica e investigadora de la UNAM (Foto: Especial)

Así explica la gran novela de Augusto Roa Bastos, Concepción González, académica e investigadora de la UNAM, quien se presentó en el Museo Iconográfico del Quijote, como parte del ciclo de conferencias “Grandes Escritores de Nuestra América”.

Durante su ponencia, González se refirió a Yo el Supremo como una novela “inasible”, porque, entre otras cosas, juega con la concepción literaria e histórica. “Juega con la oralidad, con los géneros literarios. Es una autobiografía, es una novela histórica, es incluso una novela policiaca”, consideró la conferenciante.

Con esto, el autor “destruye los discursos de poder. Va tomando uno por uno (la literatura, la política, la historia, la academia) y mediante la parodia, el dialogismo, la polisemia, la ironía, el pastiche… deconstruye estos discursos y los muestra tal cual. Hace pensar que no hay por qué pensar que así debe de ser”.

La dictadura, incluso, como una de las ideas principales en la novela, es cuestionada. Así también la palabra, que “destruye la posibilidad de construir realidad. La palabra engaña”.

Concepción González habló para estudiantes y académicos sobre algunas peculiaridades de la obra más representativa en Roa Bastos, entre ellas, que la autobiografía es escrita por un dictador muerto, que lejos de ser considerado un villano, es un “héroe nacional” para los guaraníes; que el 60 por ciento de la obra se compone de textos de otros autores (parodia) y que las palabras, construidas en la forma en que lo hace el autor, pueden tener un doble o triple sentido.

“A través de la intertextualidad”, comenta González, “la ironía y el dialogismo se vuelven constantes”. Así, Roa Bastos (o el dictador, José Gaspar Rodríguez de Francia) se relaciona con distintos personajes como Cervantes, Shakespeare, Blaise Pascal o Alexander von Humboldt; parodia personajes como don Quijote o Sancho y refiere anécdotas como la de Aimé Bonpland en Paraguay.

“El texto es caótico pero divertido. Llega a estar profundamente metido en todo lo que nos cuestionamos, entre esos conceptos, el poder”, concluyó González.