Vista su importancia en el correr de nuestros días, no es tan difícil enfocar la mirada en ese objeto tan volátil que es el dinero. Codiciado, requerido, vilipendiado, por lo general trae consigo ideas asociadas relativas a la riqueza, la abundancia, la industriosidad, pero también al perjuicio, al daño, a la autoinmolación. Desde esa perspectiva, podría decirse, desde la óptica de los asuntos de esta columna, que pocas veces se presenta como lo que es: un medio de intercambio que representa y sustituye productos materiales. Por lo general está asociado a hechos o personas, a cuyo través adquieren consistencia varias dualidades con respecto a su posesión: mundo y espíritu se contraponen entre quien lo tiene y quien lo ha desdeñado, luz y tinieblas, bien y mal, culpa e inocencia, entre otras.
En ese sentido, hay quienes lo desprecian, aunque lo tienen y lo gastan; hay quienes no pueden tenerlo y además lo desprecian o lo rechazan; y hay quienes ni siquiera están en la posibilidad de apropiárselo y hablan continuamente de él, con una familiaridad que seduce.
¿Qué se hace con relación al dinero desde la perspectiva de constelaciones familiares? Sencillamente, mantener una actitud mesurada al respecto. Mirarlo como está considerado en la imagen interior de las personas, pues para ellas cumple así una función especial y específica, que determina su anhelo y posesión, o su rechazo y carencia. También se procura desvincularlo de hechos, personas o frases que lastran su dinamismo natural. Esto se logra mirando los hechos, las personas, las frases a las cuales se les asocia, con la finalidad de procurar su solución o mejor acomodo. Al mismo tiempo de esta desvinculación es posible conseguir que se mire al dinero tal como es, con su dignidad y su cauda de posibilidades, encaminadas a emprender, a sostener, a articular las acciones de una vida.
Una persona en una consulta, después de mirarse unos instantes frente a la abundancia, acabó en el suelo, en posición fetal, mientras la abundancia esperaba indicaciones, no sabía qué hacer, no tenía fuerza para levantar a la persona, y estaba como descolocada. Esa es una imagen exacta de lo que hace el dinero: espera indicaciones, sirve con eficacia pero no levanta a personas que no lo miran o no están de pie, se pierde si solamente se pretende acumularlo como otro objeto cualquiera. Es decir, hace falta cierta fortaleza para mirar al dinero, hace falta tener objetivos con respecto a su posesión, y sobre todo hace falta ser claro de la dirección que se le quiere dar.
En otros casos el dinero representaba alguna enfermedad, también personas excluidas en la familia, gente nuestra que no pudo quedarse entre nosotros por razones de pobreza o de riqueza o de actos ilícitos o de amores imposibles. En cada persona hay una idea única de lo que significa el dinero, mejor dicho: una imagen concorde con su propia historia. Y a ella se atiene, pues se ha vuelto experiencia de vida, con los ojos cerrados para mirarlo con confianza, con una confianza que no siempre sabe aprovechar las ventajas, incluso si se lo posee.
Bert Hellinger dice que quien está bien con su mamá, tiene dinero y además puede gastarlo, con gusto y sin preocupación. Es decir, lo liga directamente a la vida. De ahí se desprende que el dinero está sustentado en la vida tomada, y se orienta a hacer más vida, a procurar la vida, a mantenerla y a sustentarla.
Desde esa perspectiva, vale la pena sugerir que acaso fuera conveniente que tuviésemos, compartida, una actitud y disponibilidad más libre hacia el dinero, menos inocente y bien orientada. Es que, si lo lográsemos, estaría arreglado también todo embrollo con hechos familiares, con parientes, que estaría dando forma a una atmósfera mucho más propicia, en la que la pertenencia a la familia sería cierta y las posibilidades del dinero se mirarían como algo factible y bienhechor.