Violencia e indiferencia.
Delincuentes y policías.
Nuestra ciudad, nuestras calles, nuestras noches, ya no son nuestras.
También nos las están arrebatando.
La semana pasada recibí un correo electrónico.
Citlali escribió:
“Salíamos del lechón a la una de la mañana, 3 mujeres y un hombre. En la plaza donde venden tlacoyos nos esperaban tres hombres, desde que llegamos los vibramos raro, uno de ellos murmuró algo, luego caminó detrás de Miguel, ya frente a la tienda que está entre plaza San Roque y San Fernando le aventó un cigarro encendido en la cara, provocándolo, como no lo consiguió el hombre alto y grande se lanzó sobre Miguel a golpes, pegándole en la cara y lastimándolo, lo tiró al suelo, se acercaron los otros dos, nosotras rodeábamos a Miguel protegiéndolo como podíamos, gritábamos ¡auxilio!, sólo se asomó un niño. Finalmente, quizá ante el alboroto que se estaba armando se alejaron, todavía intentaron llevarse mi bolso sin lograrlo. Lo extraño del caso es que no fue un asalto, de serlo lo hubieran conseguido fácilmente, pero no, fue pura violencia.
“Encontramos en una moto a un policía, le contamos lo sucedido, dijo que subiría a ver qué pasaba, que nos acercáramos y que ahí estaría su compañero, según él; le dijimos que era absurdo volver ahí sin la seguridad de que la policía estaría ahí, dijo: sí, sí, ustedes me entienden— como si fuera un código secreto de ¡ya no la hagan de pedo!—.
“Decepcionados íbamos rumbo a casa en el auto cuando nos encontramos con los agresores en un oxxo cerca de la Alhóndiga, llamamos al 066 para hacer el reporte, la señorita sólo dijo — sí, yo paso el reporte, buenas noches— . Cerca de ahí, frente al mercado, vimos una camioneta de policía, le pitamos y la perseguimos unos quinientos metros, hasta que finalmente decidió pararse, volvimos a contar la historia, dijo que enviarían a unos compañeros, le dijimos que si iba en ese momento los agarrarían ¡pero ya!, lentamente hizo el reporte, según él los policías iban rumbo al oxxo, entonces vimos bajar al primer policía de la moto justo por la calle por la que, seguramente, se encontró con los agresores, con el mismo aire cansino con el que nos dijo —ustedes me entienden— volvió a decirnos que sí, que ahí andaban sus compañeros. De pronto llegaron como seis camionetas al lugar, rodeándonos, a cien metros estaban los agresores, el tráfico se detuvo un poco, a uno de ellos pareció molestarle y le dijo a la conductora que ya nos moviéramos, que el reporte ya se había hecho, aunque en realidad no estorbábamos.
“Ellos parecían estar ahí por otra cosa, todos muy alerta pero sin hacer nada, les preguntábamos qué pasaba y decían: ya fueron a buscarlos, otro decía, dígale al comandante, nos acercamos al supuesto comandante, sólo nos daba vueltas, otro de ellos dijo que si no sabían cómo eran no podían agarrarlos, pero era absurdo, nadie quería escuchar nuestra descripción, de nuevo decepcionados nos fuimos, no sin que antes Miguel les dijera que a qué le temían, que eran meros adornos.
“Ante este absurdo sólo nos queda recurrir a estos medios, por lo menos para alertarlos de que esto se está poniendo muy cabrón y luego para mostrar la ineptitud y cobardía de la policía.
Qué lamentable.
Cuídense”.
En el intercambio de respuestas, condolencias, ofrecimientos de ayuda y desahogos, surgieron otras, varias voces que contaron experiencia parecidas —e incluso más violentas— ocurridas recientemente en las calles de nuestra ciudad. En todos los casos, tras la denuncia vino la indiferencia, particularmente de la Policía Municipal.
Ciudadanos hay que queremos colaborar con la autoridad para recuperarnos. Que cada quien haga su parte.
Este testimonio se hace público por indignación, por solidaridad, por la búsqueda de respuestas, de que se frene una violencia que parece incipiente pero que se asienta, como denso lodazal, sobre el pórfido citadino, donde todos podemos resbalar.
Y caer.
*
Verónica Espinosa es periodista. Ha desarrollado una importante trayectoria en medios impresos y electrónicos de la región desde hace ya varios lustros. Actualmente es corresponsal del semanario Proceso en el estado. Con más de una década de emisiones radiofónicas a sus espaldas, Candil de la Calle, prestigiada columna de opinión, análisis y crítica política ahora llega cada miércoles a través de igeteo.mx por escrito, para descubrir la desnudez de la política y la observación acerada sobre la cosa pública.