¿Sucedió?

Y ¿cómo sabemos si alguien es confiable?

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En la entrega anterior concluíamos que es dable y plausible la pretensión de construir un cuestionario que nos permita conocer con cierto grado de seguridad (probabilidad), si alguien es potencialmente emprendedor, habida la cuenta de que nada en este universo tiene como característica la absoluta certeza.

Desplazamos ahora el problema a preguntarnos de qué manera, en qué nos basaremos para reconocer (con las limitaciones que esto implica) a alguien como emprendedor, y así llegamos a la necesidad de contar con una definición de emprendedor que nos sirva de punto de partida. Como lo podemos bien imaginar, hay todo un cúmulo de definiciones al respecto, cuál tomaremos y con qué argumentos nos fundamentaremos.

Por prontas providencias, proponemos partir de la definición que la Real Academia Española provee, ella señala a “emprendedor” como un adjetivo cuyo significado es:

Que emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas.

Y a su vez define “emprender” (en su primera acepción, que es la que nos interesa) como un verbo transitivo, de esta manera:

Acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro.

Es decir, estamos hablando de personas dispuestas a ejecutar cosas, acciones arriesgadas, que son difíciles, que tanto pueden salir como pueden no hacerlo, en las cuales se puede tener éxito o fracasar. Y como sabemos que existe la zona de comodidad (esa posición en la que ya estamos acostumbrados a estar, aunque no mejoremos ni ocurra nada nuevo y satisfactorio, con la recompensa de que no se nos exige nada más que lo que hemos estado dispuestos a dar hasta ahora) a la cual mucha gente es muy afecta; sobre todo si echamos una mirada a nuestra historia que ha estado plagada de comportamientos paternalistas, tal y como la retrató magistralmente Octavio Paz en su libro El ogro filantrópico, que evidentemente se refiere al Estado mexicano, que en una relación simbiótica con la población la ha acostumbrado a esperar todo de “papá gobierno”.

Es por ello que resulta una muy grata y refrescante noticia lo dicho por Ivette Calvet, socia directora en México de Cia de Talentos(1), empresa consultora especializada en reclutamiento de ejecutivos y directivos. Habla de los resultados de la cuarta edición de la encuesta La compañía de los Sueños de los Jóvenes 2012 y “aseveró que este año la encuesta arrojó un interés particular de los jóvenes por crear su propia compañía e incluso algunos de los entrevistados(La muestra abarcó a 4 mil universitarios mexicanos) colocaron a su propia empresa como la más admirada”.

Pareciera que estamos en los albores de un “boom” de chicos emprendedores, aunque, claro está, éstos se encuentran entre los privilegiados que asisten a alguna institución de educación superior.

Nuestra encomienda consiste en localizar a esos emprendedores de zonas marginadas, esos que quieran hacer cosas difíciles, riesgosas, pero lícitas que les permitan llevar una vida productiva, digna y que creen cuando menos dos puestos de trabajo, uno para sí y otro para un ayudante. La próxima semana continuaremos con la descripción de este tipo de personas para proceder a definir el instrumento tan buscado que nos permita acceder a ellos.

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1 Rodríguez, Karla (9 de noviembre de 2012). Admiran jóvenes a Slim y Unilever: Crece el número de encuestados que ya arrancaron su propia empresa. Reforma, sec. Negocios, p. 8.