Las cosas como son

Acerca de la amistad y el amor

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En la víspera del día del amor y la amistad, sea que uno lo vea en ese tenor o como una mera táctica mercantil, ¿por qué no darse la oportunidad de atisbar, así sea sucintamente, a las posibilidades que detona? Dicen algunos sabios que a veces, de lo malo, surgen cosas buenas.

Podemos mirar, de entrada, que la celebración está centrada en las relaciones interpersonales, es decir en los vínculos que establecemos con otras personas para andar por la vida, sí, acompañados, junto a un cómplice, o con un co-hacedor del mundo. Esto es destacable pues, como se sabe, nadie puede hacer mucho si lo hace solo. Así que se necesita a alguien más, o a alguienes más, para que la andanza de uno fructifique, esté provista de calidez, ofrezca opciones impensadas, revele luces desconocidas, ayude a compartir la carga, y también a disfrutar lo conseguido.

Como bien se sabe, la profundidad de estas relaciones, aunque es diferente, influye notoriamente en el curso del vivir. Por ejemplo, contar con un amigo es un regalazo, a través de cual uno se sabe único pero afín con otro, a través del cual uno consigue salir de sí, unas veces, y otras retenerse para escuchar al otro. Es decir, al contar con un amigo uno aprende a modular su sensibilidad, a encontrar ciertas seguridades y definir cómo percibe la vida y el mundo.

Ni qué decir acerca del amor, cuya consumación en pareja trae consigo los más hondos cambios vitales. Por obra del amor uno es presa del arrebato que no se contenta sino con lo amado, uno se adentra en lo ajeno y comienza a derribar linderos, a abrir puertas y ventanas para la nuevo, a dejar atrás lo que se era, a construirse un ser acaso diferente, acaso en verdad nuevo.

Sea que lo consume uno a través de la amistad, o sea que se opte por el amor, lo cierto es que el contacto con otras personas cambia algo dentro de uno mismo, re-acomoda, y proyecta con otra perspectiva los haceres, a veces de una vez y para siempre, como cuando uno consuma sexualmente el amor. En este último caso, la vinculación es para siempre, conduce a la formación de una pareja, y si hay hijos, tanto la mujer como el hombre dejan de ser lo que eran para convertirse en padres.

Por eso no carece de dignidad que haya un día para enfocar la atención en el amor y en la amistad, en los colores rojo y blanco: es la celebración de las relaciones entre las personas. ¿Quién no estaría de acuerdo en darle un aplauso a algo tan importante en el vivir?

Sea que uno lo celebre o no, la oportunidad puede ser buena para recordar cuánto se ha enriquecido uno gracias al contacto que le han brindado los amigos y el amor. Aquellas locuras de juventud compartidas con los iguales, los remansos posteriores al cobijo de la adultez, el camino que se mira hacia atrás recorrido junto a otra persona en sintonía que aún permanece. ¿No es eso para alegrarse?

¿Cuántos amigos dejó uno en el camino, cuántos debieron separarse, a cuántos despedimos, pues al fin y al cabo a los amigos se les elige? Como haya sido, tocada por uno o muchos, la vida de una persona es otra gracias a sus amigos. De igual forma, ya que el amor cala más hondo, nuestra vida es también otra gracias a quienes amamos y nos han amado: nos desprendimos de algo muy propio y profundo y nos quedamos con algo que era muy propio y profundo de otra persona. A veces lo intercambiamos, y lo hacemos crecer, tanto, que los dos vemos el límite juntos. Otras veces, el destino, cuya fuerza es mayor que nuestra voluntad, lleva a quienes se aman por senderos diversos. No obstante, la marca ya está impresa, la huella indeleble, el regalo ya se dio, en honor de lo cual nos conduciremos de un cierto modo si viene un siguiente amor, aun si renunciamos a él.

Así lo honramos, a sabiendas de que el amor implica vida y muerte. En consecuencia, lo realmente valioso de este día es que nos pone ante los ojos la oportunidad de valorar a aquellas personas con quienes hemos hecho el viaje por la vida, quizá de reconocer sus contribuciones, que agradecemos, y de decirles que cuanto hemos dado, lo dimos con gusto y que allí puede quedarse. La ocasión es buena, para cada uno en su fuero interior, de mirar cómo ha crecido gracias a esa gente que un día fue ajena y que acabó siendo tan importante, tan cercana, familiar a veces.

En verdad que no es poca cosa, si mira uno cuántas personas andamos  por la calle y no tenemos nada que ver. En verdad ha valido la pena cribar el trigo, hacer con él harina, remojarlo, amasarlo, aderezarlo, y hornear un rico pan. De este modo adquiere sentido aquella frase que se refiere a que el horno está listo para hacer bollos.