Ir andando a donde usted desea llegar hace que el trayecto, más que un trámite, sea parte de la experiencia y a veces la mejor parte del paseo; lo lleva a lugares que jamás habría visto pasando rápido y le da toda la atención y el tiempo del mundo para platicar con su acompañante, pero también tiene sus pasajes obscuros, pues si usted quiere vivir una experiencia de conocimiento que incluya la ciudad que habita, su resistencia, su tolerancia y su capacidad de relacionarse con otras personas lo que necesita es perderse como peatón.
A diferencia del conductor para el que el éxito depende de dar la vuelta correcta porque la distancia corre por cuenta del motor, la seguridad está medianamente garantizada por el mismo auto y donde sostener una conversación es casi imposible debido a los ritmos de circulación que imponen las calles. Cuando vas a pie y le preguntas a alguien cómo llegar a tu destino te puedes encontrar con casos tan extraordinarios como que el interrogado no sepa cómo se llaman las calles cercanas a su trabajo, que considere tu ruta peligrosa y que te exhorte a cambiarla, que decida que es un excelente momento para contarle a alguien su vida o que por salir del paso te de indicaciones que más que ayudarte tan sólo te acaben perdiendo más pero de todos ellos el que más despierta mi curiosidad es el que te dice: «¡está muy lejos! ¿Se va a ir caminando?».
Ante estas circunstancias tienes las siguientes opciones:
- Renuncias y tomas el camión, te sobreviene la angustia de haberte pasado de tu destino, y vas viendo sin descanso por la ventana y probablemente tardes más en pagar que en bajarte.
- Decides caminar; quedarás como valiente ante el negativo que puede que te esté diciendo la verdad, en cuyo caso no será negativo sino realista y tú un peatón exhausto, o lo haces para descubrir que aquello que creías tan lejos se encuentra a tan solo tres cuadras de distancia.
¿De qué dependerá la apreciación de la distancia de las personas? Puede ser la familiaridad con la ruta, la condición física, los obstáculos y puntos de interés que se encuentren de camino e incluso la valoración del lugar y la cantidad de tiempo disponible. Pensado así tal vez nos encontraríamos con un círculo vicioso donde la gente no se familiariza con los caminos porque nunca los recorre ya sea por falta de energía, de interés o peor por falta de tiempo. Puede resultar que aquello que se veía como algo tan curioso como que la gente exagere notablemente las distancias sea uno de los tantos síntomas de una sociedad que vive como pelota de pinball, es decir redonda y a toda velocidad, en cuyo caso tenemos una gran razón para sentirnos perdidos.