
Esta columna trata sobre fútbol, o futbol como es que lo pronunciamos en nuestro país. Si usted es fanático y vive con pasión los encuentros dejando la calma, la garganta y la cartera en este deporte, tal vez sabe lo que le voy a decir, por eso este escrito. Aunque puede gustarle, no es para usted, sino para los otros, aquellas personas que se preguntan: «¿Qué le ven de interesante a 22 idiotas tras una pelota?», que consideran que el futbol atonta a la gente y la distrae de lo más importante; esos que durante la final se quejan de que nadie hable de otra cosa, aunque al quejarse también estén hablando de ella; esas personas que se enojan cuando ponen el partido en una reunión o en un día normal.
Yo sé que no le puede gustar a todo el mundo y yo estaría loca si ésta fuera mi intención. Sólo quiero preguntarles, ¿por qué entonces el curso de un balón puede detener una ciudad, provocar una trifulca o hacer que la persona más tranquila despotrique como fiera?
Puede que no haya una respuesta única y también puede que yo me equivoque pero considero los siguientes motivos:
1. Identidad. En dos sentidos, pues dentro de las fronteras divide y fuera de ellas une. Es decir, que como guanajuatense puedes irle al León o al Irapuato o al Celaya, pero cuando uno de estos tres llega a la final seguramente lo apoyarás contra el Monterrey o el Pachuca para después gritar los goles de la estrella del equipo que más odias cuando viste la verde y le anota a Inglaterra.
2. Desahogo. De que éramos cazadores hasta nuestros días, que la vida transcurre de la casa a la oficina, hemos ganado en seguridad lo que hemos perdido en competencia dejando un vacío que se traduce en mentadas de madre en los embotellamientos o en una tristeza comparable a la de los animales enjaulados. El futbol le permite a sus seguidores ser parte de una contienda; donde como en la caza, van los hombres jóvenes y hábiles a defender un territorio y a conseguir una presa. Sirve también para desquitarte de aquel vecino incómodo, de un modo que casi siempre es políticamente correcto.
3. Igualdad. El futbol de selecciones ofrece el plus de no depender del dinero para comprar jugadores (obviando el añejo caso de Alfredo Di Estéfano) y de presentar un escenario donde se enfrentan en igualdad de condiciones todos los países y donde cualquiera —en teoría— puede ganar.
Hay más países en la FIFA (209) que en la ONU (192) y seguramente tienen mejor relación entre ellos, pues nadie tiene derecho al veto ni tienen un ejército de cascos azules.
Ya sé que 90 minutos es mucho tiempo y que a veces los encuentros son somníferos sobre todo cuando se juega a “tapar y cuidarse”; que los estadios son peligrosos y los narradores muchas veces son insoportables, pero si quiere que su ser querido se olvide de las cartas amenazadoras del banco, de los ruidosos hijos del vecino y de su trabajo tedioso, deje que ponga un partido y se concentre en seguir todos los movimientos, que grite las acciones, insulte al adversario y aconseje al director técnico aunque no lo escuche, en otras palabras, que se abandone a su instinto y que se disuelva en la multitud aunque esté en la sala de su casa, verá qué bien se siente.