Literaria

El inevitable vicio de la resistencia al cambio

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Desde hace varios siglos, desde que el latín comenzó a tener múltiples variantes debido a la distancia que existía entre las diversas regiones que abarcaba y dio paso a las llamadas lenguas romances, el español surgió como una lengua proveniente del cambio y desde su institución como una lengua oficial hasta la fecha, es innegable que ha tenido múltiples cambios que no podemos negar.

El cambio ha sido tan evidente que si, como lectores, nos enfrentamos a un texto escrito en el llamado castellano antiguo, casi podemos afirmar no entender cerca del 90% de lo que estamos leyendo, como si se tratara prácticamente de otro idioma, desconocido para nosotros.

Esto nos demuestra pues que la lengua que hablamos no es una lengua pura, que ha tenido incontables influencias que la han llevado a adoptar extranjerismos, mayormente provenientes de la lengua árabe, por la intervención de esta cultura en España, de lenguas indígenas latinoamericanas por la conquista española en América y últimamente por la expansión de la globalización, el español ha adoptado también, múltiples palabras inglesas.

Es muy común escuchar, sobre todo entre personas mayores, que “el lenguaje se está perdiendo”, que “si el español es una lengua tan rica por qué tenemos que adoptar palabras inglesas o generar nuevas palabras”. Estas opiniones no muestran otra cosa que una ingenua resistencia al cambio de un organismo vivo como lo es la lengua.

Es absurdo pensar que, si el ser humano evoluciona y lo hace en conjunto con su sociedad, el principal instrumento de comunicación y formación de redes de conocimiento que es la lengua, no evolucione con nosotros.

Por esta y muchas diversas razones, el hecho de pensar que una determinada lengua debe quedarse estática porque de lo contrario su riqueza se perderá, es una idea retrógrada que demuestra la ignorancia lingüística y la resistencia irracional al cambio.

La lengua es un producto artificial, creado por el hombre para ser utilizado en beneficio propio, el destino de la lengua es meramente funcional y aunque el hombre ha sido capaz de darle una aplicación estética y convertirla en un producto artístico, cuando hablamos de ella con un enfoque comunicacional, de nada serviría mantenerla en un uso estático si no nos sirve para nombrar las cosas, objetos, conceptos y demás elementos que han ido surgiendo en la sociedad a través de su evolución y cambios.

Debemos aceptar que cuando se habla de una lengua, la costumbre hace la norma y que instituciones normativas como en el caso del español la Real Academia Española, están encargadas de estudiar el uso y la frecuencia con la que aparecen ciertos fenómenos lingüísticos, mismos que si son usados muy constantemente se convertirán pronto en una nueva regla de la lengua que ya será tan parte de nosotros que ni siquiera necesitaremos aprenderla, sólo aceptar que ya es parte de una gramática evolucionada que necesitó realizar adecuaciones porque la necesidad humana del cambio se impuso ante el estatismo anhelado de las generaciones mayores.