La ayuda es considerada como una virtud por quienes la promueven, como un bálsamo por quienes la reciben y como una actitud específicamente humana. Es un modo de proceder que los adultos esperan se desarrolle entre sus hijos, que los pequeños aprendan y que esté siempre a punto de ser empleada. Cuando la ocasión lo requiere, se convierte en asunto social, por ejemplo con relación a damnificados de algún siniestro, con relación a afectados por alguna desgracia que abarcó una colectividad.
No obstante ser algo habitual, lo cierto es que de modo general no existe una formación que conduzca a brindar la mejor ayuda. Aspecto en el que Bert Hellinger ha propuesto una especie de normatividad esencial, bajo el título de órdenes de la ayuda, que no es otra cosa que la forma ordenada de prestar ayuda, dirigida en principio a los terapeutas, y que bien puede aplicarse a todas las personas que cumplen con su papel la función de ayudar a otras, como trabajadores sociales, profesores, profesionales de la medicina, y un largo etcétera.
Dice a este respecto que hay cinco órdenes, el primero de los cuales señala que uno da solamente lo que tiene y solo espera o toma lo que necesita. En contraste, el desorden comienza cuando uno quiere dar lo que no tiene, o cuando quiere tomar lo que no necesita; o bien cuando uno espera y exige del otro lo que éste no puede dar; es decir, cuando se da o se toma sin límites. El segundo orden de la ayuda, que está al servicio de la supervivencia, del desarrollo y del crecimiento, se somete a las circunstancias y solo interviene mientras éstas lo permitan. Esta ayuda es cuidadosa y tiene fuerza. En este sentido, el desorden sobreviene cuando se quiere ayudar en contra de las circunstancias. El tercer orden expresa que quien ayuda se enfrente a una persona adulta, que busca ayuda de manera adulta, y que rechace ubicarse en la posición de sus padres. El desorden aquí consistiría en permitirle a un adulto pedir ayuda como un niño, tratarlo como un niño y decidir algo por lo que él mismo debe tomar la responsabilidad y encarar las consecuencias. El cuarto orden de la ayuda se orienta a ver a la persona que pide ayuda como parte de un sistema familiar, pues solamente de esa manera puede ver lo que necesita y a quién en la familia le debe algo. Así también puede percibir quién en la familia necesita su respeto y su ayuda, y a quién tiene que dirigirse el que necesita la ayuda para reconocer y dar los pasos decisivos. Se trata pues, de una ayuda especial, donde el destinatario no siempre es la persona necesitada. El quinto orden de la ayuda sería entonces el amor hacia cada persona, tal cual es, aún cuando sea muy distinta. De esta manera le abro mi corazón y le doy un lugar. El desorden sería la indiferencia y el juicio sobre otros. En consecuencia, el que verdaderamente ayuda, no juzga.
Como se ve, se trata de una serie de observaciones elaboradas a partir de la experiencia de dar y tomar, de dar y de recibir, cuyo ordenamiento vuelve efectivo el ayudar, más allá de toda forma de altruismo. Pone además el foco de la mirada en el reconocimiento de uno mismo cuando quiere ayudar, para identificar sus recursos y con ello determinar de qué modo provee la ayuda, cuándo y durante cuánto tiempo. Se procura de esta forma evitar el establecimiento de relaciones parásitas, desordenadas, que atenten contra la dignidad de las personas, que no velen por su crecimiento y desarrollo, que implanten deudas (morales, afectivas e incluso materiales) de largo plazo o imposibles de pagar.
Está claro que como seres humanos dependemos de la ayuda de otros, ya que solo así nos podemos desarrollar. Pero también necesitamos ayudar a otros, pues en ello va un beneficio propio. Quien no es necesitado, quien no puede ayudar a otros, se aísla y atrofia. El ayudar entonces, no sirve solamente a los otros, sino a nosotros mismos, como agentes y como sujetos de la ayuda. Quien recibió de otros lo que desea o necesita, quiere retribuir, es decir quiere dar y con este acto compensar la ayuda recibida. Solo queda señalar que , sin desconocer la importancia de esos hechos, conviene tener en cuenta que hay una manera ordenada de ayudar, en que tanto el emisor como el destinatario de la ayuda obtienen el beneficio que les corresponde, fortalecen sus vínculos, y pueden continuar su propio derrotero, enriquecidos y confiados. Y hasta aquí por ahora.