Epidramón

Incondicionalmente… mía

Compartir

Anoche estuve contemplándote, admirándote, tú ahí, sobre la cama. Te observé cálida, confortable, dispuesta para mí como siempre. Inicié por tocarte, por palparte, me acosté junto,  luego me posé sobre ti e iniciamos con esos juegos nocturnos acompasados y cálidos, tú siguiendo mis movimientos, amoldándote a mi cuerpo como cada noche, de arriba abajo, de un lado y al otro, juntos muy juntos, tú complaciente, sin palabra alguna, brindándote a mi antojo; aunque pareció un instante, realmente fue un largo rato en el que nos entregamos al va y ven de la hora de los enamorados, hasta que el cansancio hizo presa y quedé dormido con una sensación de paz y tranquilidad profundas. Fue ya entrada la mañana que unos ardores en la espalda me despertaron y me levanté de nuestro aposento… En ese instante mi esposa dice: “¡traes unos arañazos en la espalda!”. Contesté: “¿Cuántas veces les he dicho que no  le pongan funda con cierre a las almohadas?”. Hubo un silencio y dije “Perdón por levantar la voz. ¿Me pones merthiolate? Por favor… gracias amor”.