¿Cuándo comienza el año nuevo para una persona? Las posibilidades son muchas, siempre de acuerdo con sus convicciones. Una de ellas tiene que ver con el calendario oficial, que bien puede ser católico occidental, chino, musulmán, azteca. Una conmemoración de orden social, obviamente. También puede ser el día de cumpleaños, pues se deja atrás una edad y comienza otra, muy personal, claro está, no obstante ligada a los padres, pues con ellos comenzó ese ciclo vital. Todavía hay una opción más, que es la de otorgarse uno mismo la ocasión de emprender una nueva vida, un nuevo año, en cualquier instante a partir de la decisión de poner la propia voluntad al servicio de una causa más grande.
A este respecto es famosa la estrofa de Walt Whitman cuando declara que a sus treinta y siete años, en plenitud de su salud y con el aliento puro, dice, “comienzo hoy y no terminará mi canto hasta que me muera”. ¿Por qué entonces no comenzar, como el poeta, hoy mismo a vivir el resto de la vida? Como ya he dicho en otros momentos, hace falta sentir la necesidad, una necesidad profunda, que haga a la voluntad reconocer cuál es la dirección en que se emprende la travesía.
Naturalmente, muchas de las veces se presentan trabas u obstáculos que impiden la marcha, y hace falta removerlos, pero entrar en contacto con los mismos no cuesta trabajo si uno sabe por dónde quiere ir, qué se necesita llevar, a dónde se quiere llegar. En este sentido, las sesiones personales nos muestran con relativa frecuencia cómo es difícil reconocer qué aporta uno a la dificultad, y que suele ser más fácil atribuir a otros la adversidad. Una de las razones de que ocurra así estriba en la fuerza transgeneracional, en ese impulso para hacer las cosas, cualesquiera que sean, que es propio de nuestra familia, incluso ancestral, del cual no siempre somos conscientes. Lo es a tal punto ciego e irracional que nos lleva a involucrarnos en situaciones amorosas, conyugales, laborales, de éxito y fracaso, sin darnos clara cuenta del destino que estamos tomando, hasta que el impedimento es mayúsculo o se hace evidente la necesidad de ayuda. Entonces a veces aparecen las coincidencias con la vida de quienes nos antecedieron en la familia, coincidencias que son en ocasiones copias exactas de un hecho anterior, o bien hechos repetidos sobre los cuales uno apostó a incluir una solución, un arreglo.
Y suele suceder que, ante esos acontecimientos, uno quede indefenso, como alguien que no puede cambiar lo más grande, o que uno intente cortar (esta expresión es muy frecuente) de tajo, o que uno quiera olvidar por completo. Se impone en estos casos, mejor que lo anterior, apegarse a los órdenes del amor, cuya primera declaración reza “mirar lo que es”, con toda su amplitud y posibilidades, con toda su cauda de hechos y consecuencias. En ese caso a uno le queda claro que es parte de una familia y que, como tal, uno vive conforme a una especie de código secreto de fidelidad. Luego llega uno a mirar que ya experimentó situaciones o vivió experiencias que lo igualaron a alguien que antes lo pasó mal o que se quedó solo o padeció el infortunio y uno quería acompañarlo. Finalmente existe la posibilidad de que, al haberlo hecho así, con amor y con gusto, uno alcanzó a pagar la deuda posible, uno sacrificó lo suficiente de su vida, como si pagase una especie de peaje por ser de esa familia, a tal punto que se vuelve posible pedir quedar libre, y realmente serlo, para vivir de otra manera y no perder la pertenencia, para hacer las cosas, ahora sí, conforme a las propias facultades y talento, y en atención a las expectativas que uno mismo tiene para sí.
Parece complicado, y lo es, pero si hay necesidad hay posibilidad, además de que se siempre se cuenta con el impulso de los grandes de nuestra casa que solo deseaban que a uno le fuera bien y fuese feliz en la vida, en cuyo caso todo instante es bueno para comenzar un periodo nuevo del vivir. Con los órdenes del amor se puede mirar lo que es, tomar los beneficios de ello, y dejar en un buen sitio los sucesos, a fin de ganar la oportunidad de instalarnos en este presente amplísimo. Así que vale la pena reiterar la pregunta: ¿cuándo comienza el año nuevo para una persona? La respuesta: en las manos de cada quien.