Las cosas como son

Fuerza transgeneracional

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(Foto: Especial)

Uno de los hechos más interesantes y también difíciles de la vida de una persona está representado por la tensión que establece la fuerza transgeneracional cuando impone la intención de honrar a parientes muy queridos al mismo tiempo que se intenta solucionar o corregir algún suceso. Tal fuerza transgeneracional es el impulso que viene de la familia en que uno nació (sea que viva con ella o no) y que incluye a los ancestros. Es una manera de mirar la vida y de vivir, que todos asumimos como normal en cada grupo familiar pero que está construida a partir de hechos que debieron ser encarados.

Así por ejemplo hay hombres o mujeres que honran con su vida amorosa a dos personas de su familia al mismo tiempo, cuyas conductas fueron divergentes. Sin llegar al extremo de la bipolaridad, esas personas, tomadas por la tensión descrita, viven en sus actos situaciones contradictorias, valores contrapuestos, actos y reacciones faltos de concordancia. Y la persona ni siquiera se da cuenta muchas de las veces de esa incongruencia. Pero cómo podría hacerlo si lo que desea es mostrar que pertenece a una familia donde se hacen las cosas de determinada forma, si su amor es más grande que sus propósitos hasta el punto de que sacrifica algo de lo suyo por aquellos de su familia que tal vez no conoció pero a quienes está unido en lo profundo del ser?

De esta manera, hay hombres y mujeres que se encuentran relacionándose amorosamente con muchas parejas sucesivas sin lograr quedarse con alguna, mientras dicen con inocencia “¿por qué no encuentro a la persona adecuada?” con lo cual quieren decir que ellas sí son adecuadas, o lo que es lo mismo “buenas”. Del mismo modo, tampoco se dan cuenta de la experiencia que han acumulado porque no consiguen mirar su proceder.

Una vez, una joven solicitó en su sesión personal querer cambiar su sino con un hombre, con el que se sentía cómoda pero al que no podía tomar como esposo. La fuerza transgeneracional mostró que había habido un hombre en su familia, dos generaciones atrás, que vino de fuera del país y que había tomado a su esposa vía la fuerza legal (motivo por el cual perdió el derecho a recibir herencia) y a quien gustaba de coquetear y relacionarse con otras mujeres lo que lo volvía impresentable. La joven de la sesión refirió que había estado relacionada con no pocos hombres, que había cancelado una boda planeada y otras cosas de seriedad mayor. Comentó asimismo que su actual pareja, siendo mexicano, había llegado de otro país, donde estuvo trabajando, y que su nivel socioeconómico era inferior al de la muchacha, y de menor edad que ella, lo cual lo hacía también impresentable.

Es decir, en la vida de esta pareja se condensaban y se repetían varios de los acontecimientos de los ancestros: había el gusto de relacionarse con personas del sexo opuesto, había uno impresentable, que vino también de otro país, se vislumbraba el distanciamiento de la familia, y había la dificultad de estar unidos. Los mismos ingredientes, acomodados de otra manera, surtían efecto. Y la chica no admitía que tuviera en el foco de su atención a esos ancestros, intentaba encontrar respuestas en su propio contexto y no daba pie con bola para explicarse lo inexplicable.

Se hace necesario en estos casos mirar a las personas que vivieron primero el suceso del cual el de los menores es repetición, reconocerles su valía, darles su lugar en la familia y reconocer su importante contribución a la existencia de la descendencia. Después hay que pedir vean con buenos ojos si los chicos lo hacen de modo diferente y que por ello no les quiten la pertenencia. A lo mejor entonces, con esa comprensión ganada, las personas se ponen en posibilidad de dar una respuesta más firme, en cualquier sentido, o bien introducen variantes que no habían considerado o bien aprenden a quedarse con todo sin pérdida. Llegados a este punto, las noticias parecen buenas, y lo son.

Solo que para llegar hasta acá hace falta un poco de valentía a fin de encarar los hechos que la inocencia no nos deja ver, hace falta enfocar la voluntad y ponerse en marcha. Después de todo, las fuerzas contrapuestas o tirantes tienen un origen, el cual podemos conocer, en el afán de restituirlas a donde pertenecen. Cuando se hace esto, el margen de maniobra de la persona aumenta, o se entibia o gana oportunidades imprevistas. Vivir pues en armonía con la fuerza transgeneracional y en concordancia con nuestras facultades y talentos requiere un esfuerzo, pero éste sin duda vale la pena.