Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Dos décadas

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Luis Donaldo Colosio Murrieta (Foto: Especial)

Fue y sigue siendo polémico. Desde su presidencia en el Revolucionario Institucional empezó a armarse un grupo antagónico para culparle por los primeros resquebrajamientos de un partido que dejaba de ser monolítico. Todavía hoy, hay quien pretende desdibujarlo alegando su escasa obra escrita, ni siquiera acciones más allá de parques, escuelas o calles bautizadas con su nombre[1]. Los más extremos materialistas afirman “quien se muere, se muere” y él murió en medio de un tumulto y en condiciones que no han sido y, presumo, jamás serán aclaradas.

Hace ya dos décadas, otro egresado de universidades estadounidenses, se vislumbraba como el prospecto natural a la presidencia para el año 2000 pero, por dos balas, dejó de ser coordinador de campaña y se convirtió en candidato. Ernesto Zedillo fue un aspirante presidencial idóneo para continuar planes muy bien trazados, no solo para México sino para el mundo. La aldea global se tatuó en las mentes juveniles e infantiles con la guerra de la galaxias y se empezó a delinear desde organismos internacionales —Banco Mundial y diversas agencias de la ONU— así como en aulas de universidades en la esfera del imperio; circunstancia que reconoció Luis Donaldo Colosio desde el discurso de aceptación de la candidatura cuando señaló “he apreciado la importancia del cambio en el mundo: la globalización, la regionalización, la profundización del intercambio comercial”, “en esta etapa tenemos que afirmar la participación de México”. Sin embargo, al analizar en contexto estas frases, es de suma importancia enfatizar que las mismas se pronunciaron después de asumir el valor de la soberanía y el conocimiento de otras naciones lo cual le permitió “admirar nuestros valores e historia”, incluyendo en esta reflexión el apego a la familia y el ejemplo a los hijos.

¿Quiénes eran entonces los inconformes, fuera y sobre todo dentro, del PRI con su selección? ¿Ganaron algo con su muerte los presuntos culpables —Camacho, algún Salinas, e incluso representantes de intereses extranjeros o empresariales transnacionales— a quienes se ha señalado sin pruebas? ¿Por qué sus más cercanos han guardado silencio y apenas 20 años después de haber migrado a otras organizaciones políticas, empiezan a hacer remembranzas que el fallecido no puede avalar o negar?

Valdría la pena rescatar el discurso completo pronunciado en Poza Rica el 18 de marzo de 1994. Cinco días antes del magnicidio, él dijo a los dirigentes del sindicato petrolero: “El petróleo… debe ser explotado racionalmente, porque es un recurso que se agota y ello nos obliga a emplearlo con prudencia… pertenece a todos y ello nos exige convertirlo en un factor de desarrollo social…”. ¿Fue este uno de los tantos motivos que llevaron a su asesinato? ¿Regresamos al PRI, porque los panistas no fueron capaces de acelerar y cumplir con la subasta de nuestros energéticos?

Luis Donaldo, desde su discurso del 28 de noviembre de 1993, se reconoció como nacionalista: “Es hacer de la soberanía un valor fundamental. La gran batalla de México es por la soberanía, esa es mi convicción”. ¿Qué es entonces lo que promovió la exclusión, de las filas del gobierno e incluso del propio partido, de priístas con historia y convencimiento de que “nuestro mayor patrimonio es la independencia de la nación: la entendemos como la capacidad que tenemos los mexicanos para definir nuestro destino”?

Ayer y a lo largo de la pasada semana, se publicaron escritos de Agustín Basave, Samuel Palma, Alfonso Durazo y otros; el PRI, a través de su fundación, realizó un homenaje a la vieja usanza aunque bastante discreto; sin la presencia de Don Luis y la madre de Colosio, son cada vez menos los que acuden a Magdalena de Quino. Las nuevas generaciones prácticamente ignoran quién fue Luis Donaldo. Los escolares de primaria y secundaria influidos por la comunicación mediática se atreven a adivinar escogiendo al azar entre si era un artista o quizá un guerrillero extranjero y, en el campo, los empobrecidos habitantes que no han migrado a las ciudades o al extranjero siguen esperando que se les brinden oportunidades dignas, no limosnas mensuales condicionadas a votar por quien el líder del lugar les indique. Los pocos campesinos que aun están ahí, esperan una “inversión que florezca y genere más empleos, arraigue a la población en su lugar de origen; y se cuente con los productos que son verdaderamente demandados en el mercado tanto nacional como internacional”.

En una entrevista radiofónica en Monitor de la Mañana de Radio Red[2], con relación al campo, quien ayer cumplió 20 años de fallecido señaló: “No propongo acreditar esquemas paternalistas donde el Estado quiere resolverle todo al campesino. Pero tampoco propongo un gobierno irresponsable que se quede cruzado de brazos o que vea el campo en el abandono”. Seguramente esto no lo pudo entender Vicente Fox, cuando señaló con entusiasmo la migración de mexicanos a los que vislumbró como “Gardens” más allá del Río Bravo y, en los menos de 5 años que le quedan al actual régimen, sería el mejor homenaje a Luis Donaldo, intentar rescatar al campo o sacar de la marginación a quienes han sido víctimas de la carencia de empleo ¡vamos! internar devolverle a este sufrido pueblo de México un poco de la dignidad que merece todo ser humano.

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[1] Como lo he hecho desde hace 20 años, y acompañada de los miembros del Instituto para la Atención Integral del Niño Quemado, acción de la sociedad civil que en los ochenta era ignorada y que hoy lamentablemente se ha convertido en circo mediático; reconocemos y honramos a Luis Donaldo Colosio, por cuya visión tuvo un fuerte impulso el IAINQ.

[2] Hoy esta empresa fue anexada a otro grupo poderoso, y su creador José Gutiérrez Vivo, fue sacado del aire con el afán de borrarlo de la memoria colectiva como al parecer se pretende con LDCM.