Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Fragilidad humana

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(Foto: Especial)

¿Progresamos o retrocedemos? he ahí el dilema. Si pusiéramos en un plato de la balanza los muy importantes avances científicos y tecnológicos y en el otro el desarrollo emocional del individuo proyectado necesariamente en la sociedad, es muy probable, según han estado afirmando diversos grupos al derredor del mundo, que las personas cada vez están en mayor desventaja incluso comparados con grupos tribales o de tiempos ancestrales. Miremos el caso de un individuo en etapa infanto-juvenil, en una ciudad del norte de la república mexicana, al cual, compañeros de clase que recibían enseñanzas de los mismos maestros, con padres miembros de su propia comunidad y estímulos similares provenientes de la televisión, el Internet y todo lo que la globalización les ofrece, le trataron con desprecio, odio y violencia. ¿Cómo se sienten los perpetradores del homicidio de un semejante? ¿Será la mediocridad de los modelos de su entorno —padres, maestros, vecinos— la que les condiciona a actuar de forma tan brutal, alevosa y primitiva? ¿Compensará la culpa, si acaso existe, la efímera fama difundida ante millones de tele-adictos? ¿Comprenderán la diferencia entre la popularidad por un señalamiento criminal y la que se obtiene en algún concurso que casi siempre les denigra a cambio de la esperanza de algunos pesos o minutos en pantalla?

Por cinco décadas, organizaciones llamadas hoy de la sociedad civil, hemos advertido de lo que ocurriría si se relajaban los controles de la comunicación —sobre todo la electrónica— dejando como rector de contenidos solo al mercado. Para justificar todo aquello que eleve el rating —lo mismo si se trata de nota roja que de condicionamiento educativo para el sometimiento— las empresas competidoras pagan no solo a expertos mercadólogos, sino abogados, psicólogos, comentaristas y en general todo aquel que por su propio instante de estrellato, se desgarre las vestiduras —exclamando ¡no a la censura!— ante observaciones profundas acerca de la forma en que han dañado a las personas. ¿Conoce maestros que tienen más miedo a ser cesados de su empleo o acusados ante la CNDH que a su propia conciencia? Reaccionar de forma pasiva ante la demanda de ayuda de un alumno que está siendo sacrificado es, simple y llanamente, la muestra de indecisión y carencia de identidad a la cual se ha sometido a los docentes en campañas con un trasfondo político perverso. No tiene ni diez días que celebramos el día del maestro; apenas en el 2011, en la capital de esta nación, ocurrió un congreso internacional de bullyIng, similar al de Uruguay y otros países del mundo. Se ha legislado sobre la materia, las escuelas tienen en su plantilla laboral, no solo a los antiguos “prefectos y orientadores”, sino trabajadoras sociales y psicólogos; sin embargo al igual que el crimen calificado de “organizado”, el maltrato va en aumento y para dañar al otro lo mismo se dan manazos, patadas, empujones que pedradas o balazos ¿Qué pasa en las familias para que los niños víctima tengan miedo de comentar el fenómeno desde el primera agresión? ¿Cómo es la comunicación entre padres y maestros para que el tema no se convierta en reclamo estéril que enfrenta sin posibilidad de solución? ¿A quiÉn pueden acudir niños en pleno desarrollo cuyo entorno les aísla como resultado de la descalificación de los propios miembros de la familia?[1] ¿BastarÁn las buenas intenciones presidenciales, los blogs que llevan estadísticas[2] de bullyIng para romper un círculo vicioso de desinformación y limitaciones para la acción?

Convencer sin fanatismo, discutir un tema sin pelear, aprender a abrir la mente a diversas ideas y soluciones —muchas de las cuales por cierto ya se han experimentado y las hemos abandonado en aras de la modernidad— reconocer humildemente nuestras omisiones a fin de dejarle a otros más “expertos” —el terapista, el amigo rico, el padrino, el vecino— lo que debería ser parte de nuestra elemental responsabilidad, es el mejor camino para lograr generaciones maduras, e integralmente desarrolladas. ¿Nos queda claro que con cada atrevida afirmación falaz para atacar o desprestigiar al que tememos, estamos enseñando a los de nuestro entorno que el que pega primero —aun cuando el golpe sean palabras hirientes— es más eficaz? Nos quejamos de gobernantes que no se comprometen ¿Cómo habrían de hacerlo en una sociedad que descalifica a lo público, luego lo confronta con lo privado y termina sustituyendo a ambos según la conveniencia casi siempre crematística de un pequeño grupo?

El acoso en las escuelas, es consecuencia de causas muy profundas que subyacen en un entorno general de violencia: familiar, educativa, social —que incluye deporte, cultura, formas de entretenimiento que no aísle sino integre—, laboral, fiscal, que a final de cuentas convierte a más del 60% de nuestros niños en víctimas de agresión —emocional, física y sexual— de la cual solo se habla cuando aparecen —mutilados, suicidados[3] o asesinados— menores de edad como Héctor, Alejandro, Luis, Carlos, Andrés Antonio y muchos más que ya se cuentan por miles. Si quienes somos responsables de su desarrollo no asumimos que lo “integral” no es solo un vocablo para adornar la charla o el discurso, sino la suma de lo emocional, lo espiritual, lo físico y lo intelectual para contrarrestar la fragilidad humana, los muertos seguirán acumulándose hasta condenarnos a todos.

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[1] A resulta de los divorcios, las muertes prematuras y el daño al núcleo familiar por la exclusión de abuelos, tíos, y en general todo aquel que produce miedo al padre o madre sobreviviente acostumbrado a manejar su entorno mediante el maltrato psicológico, los vástagos se encuentran realmente solos.

[2] En el DF se habla de mil 282 denuncias en las escuelas de educación básica. A ello se suman 103 casos más, registrados en los sistemas de bachillerato.

[3] Según la OMS, un millón 100 mil personas se suicidaron en el mundo, lo cual equivale a cuatro mil muertes diarias, y se vaticina que para el 2025, la cifra rebasará el millón 500 mil por año y al menos 850 mil serán motivados por bullying.