Candil de la Calle

Todos somos Karla Silva

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La prensa es la artillería de la libertad.

Hans Christian Andersen.

Karla Silva, periodista de Silao (Foto: Especial)

Karla Janeth Silva Guerrero es una joven reportera. No tiene más de 24 años de edad. Tampoco es que lleve muchos años haciendo periodismo; está comenzando con un oficio que ahora no deberá de tener muchas ganas de continuar.

Independientemente de intrigas políticas, partidistas, publicitarias, pleitos entre el PRI y el PAN por Silao, grillas y demás insidias de las que nosotros los periodistas conocemos tanto, cualquiera que haya sido la intriga fabricada, nada justificará jamás que una colega, una periodista, una mujer en este estado que se precia de defender a las mujeres, haya sido golpeada, atacada como Karla lo fue.

Karla hacía su trabajo, sus notas, en la oficina de la redacción de El Heraldo en Silao, cuando tres hombres preguntaron por ella.

Sólo por ella.

Eso ocurrió en la mañana del jueves 4 de septiembre. Días antes, dos hombres ya se habían presentado en la oficina para inquirir si estaba la reportera.

El jueves 4 por la tarde, ya solo quedaban en oficina Karla y su compañera Adriana Elizabeth Palacios, quien también reportea y atiende asuntos administrativos.

Con la puerta cerrada, los tres hombres que la buscaban ingresaron y uno se dirigió, sin más preámbulo que preguntar su nombre, contra Karla. Uno de ellos amagó a Adriana y otro más se quedó en la puerta.

Karla recibió golpes en todo el cuerpo. Ella, bajita y delgada como es, apenas atinó a tirarse al piso, donde el hombre la siguió pateando en la cabeza, en el cuerpo, en los brazos que cruzaba para defenderse.

Unos cuantos minutos fueron suficientes para dejarla lesionada. Se metió bajo el escritorio, y se aferró a él para que el hombre no pudiera sacarla. Los tres salieron, no sin antes soltar la frase que le ha dado la vuelta al país, entre el gremio solidario que ha respondido con creces a la indignación, al coraje, a la rabia:

“¡Bájale de huevos a tus notas!”

Ni siquiera sé si esas fueron exactamente las palabras. Cuando hablé con ella, unas horas después de lo ocurrido, me decía que no tenía miedo, pero que no sabía en ese momento si era porque aún estaba bajo el shock del ataque, o si realmente estaba convencida de que el miedo no la dominaría.

Sin embargo, Karla temía por su familia. La seguridad que debían brindarle las instituciones del Estado, en este caso como un mecanismo de reacción ante la agresión a un periodista por el ejercicio de su profesión, debió ser solicitada y se otorgó a través de la Procuraduría Estatal de los Derechos Humanos y asumida por la Procuraduría de Justicia y la Secretaría de Seguridad Pública.

Esta relatoría de hechos no incluye una siniestra conspiración surgida desde las oficinas de algún partido opositor al PRI, o desde el escritorio de un funcionario de rango menor, jefe de prensa en un municipio, o un contubernio entre directivos de medios, partidos y funcionarios que deja a los reporteros, trabajadores de la información, en medio del intercambio de sus balas.

Sólo hace referencia a la violencia contra Karla, nuestra colega, la reportera por la que muchos marchamos el martes en Silao.

Si el presidente municipal de Silao, Benjamín Solís Arzola, o alguno de los funcionarios de su administración, tienen como se ha venido señalando, alguna responsabilidad (o toda) por esta agresión, que respondan ante la ley.

Que no sean excepciones que se añadan a la lista de políticos impunes y de crímenes contra periodistas sin resolver y sin justicia.

Si no es así, el esclarecimiento de esta agresión tendría qué responder las preguntas, que ya son muchas.

Porque en este país, donde matan a los periodistas por serlo, ya no queremos sentarnos a verlo.

Karla no está sola.