Las cosas como son

Las relaciones amorosas enriquecen

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IMG_1209Otra de las constataciones importantes del trabajo de constelaciones familiares tiene que ver con el enriquecimiento vital de una persona como resultado de sus numerosas o de sus pocas relaciones amorosas, sostenidas a lo largo de su vida. Lo que Bert Hellinger plantea con claridad es sacar el mejor provecho de cada oportunidad de vida, como quiera que esta sea, y con base en el planteamiento de mirar lo que es. No cuesta mucho trabajo enunciarlo, lo complicado es mirar su marcha en el discurrir de la vida.

Así, señala que uno llega a este instante, al día de hoy, enriquecido en términos de relación interpersonal, por el intercambio que ha sostenido con una pareja, o con varias en distintos momentos. Lo fundamental, refiere, es reconocer lo que el otro ha aportado a nuestra vida, lo que nosotros hemos aportado a la de la pareja, y cómo, mutuamente, cada cónyuge o novio o concubino, ayuda al cumplimiento del destino de su compañero o compañera. En tal caso, no hay ninguna forma de menosprecio en cualquiera de las posibles relaciones que uno haya sostenido: si fue ideal, si fue amorosa, si fue carnal, si incluyo hijos, o violencia, o situaciones complejas o difíciles.

Lo primero sería reconocer qué ganó uno con el emparejamiento, de qué fue librado uno al irse con el otro, hacia qué alturas fue llevado, qué oportunidades fueron brindadas, cómo se reconoció un límite y cómo fue superado, de qué manera la trascendencia adquirió sentido en tal o cual pareja. De esta forma, gracias a la relación amorosa uno pudo quizá cumplir su sueño de vida, o se dejó atrás en definitiva la infancia y juventud con la procreación, o él o ella llegaron a la cúspide de su auto-percepción como hombre o como mujer mediante el trato sexual, o asumieron su rol de marido o de esposa como les fue enseñado.

En todos estos ejemplos, tanto si nos gusta como si no, tanto si es sencillo como si resulta arduo por complicado, ya sea que haya libertades o límites muy marcados, la persona se enriquece, conoce áreas decisivas de su personalidad, activa partes de su ser que de otro modo continuarían latentes, recorre sus límites, conoce nuevos linderos, adquiere auto-conciencia, prueba la utilidad y la eficacia de procedimientos y de herramientas, y un largo etcétera. De ahí que, de golpe y porrazo, uno le deba a sus parejas, o a la única pareja que se tenga, mucho más de lo que a simple vista parece, incluso si las cosas, pasado el tiempo, derivaron hacia lo adverso o tóxico porque ya no pudieron seguir siendo como eran en un principio.

Uno creció con esa otra persona, uno fue alentado, uno conoció la maravilla de la procreación y la gran fuerza de la paternidad o de la maternidad, uno conoció la dicha, la felicidad de establecer su propia familia. Repito, incluso si después las cosas son diferentes y hieren a los cónyuges. Entonces también puede agradecerse a veces a esas esposas o a esos maridos el que se hubiesen apartado para permitir, así, que el otro conociera lo nuevo, que el otro hiciera uso de su experiencia adquirida. Desde esta perspectiva, cuando una persona llega a relacionarse con otro amor después de un divorcio o una separación, incluso en ese momento le debe a su “ex” el que se haya apartado y le haya dejado libre el camino, un camino donde pareció atractivo o atractiva a los ojos de otro, a consecuencia de lo vivido en la relación de la que salía.

La constatación, por ende, apunta hacia la seguridad de que uno le debe a su pareja o a sus parejas mucho, pues de este modo se logró la consumación de la persona. Y según nos dice Bert Hellinger, la única manera de seguir teniendo amor para dar, por ejemplo en otra u otras relaciones, pasa por reconocer los méritos del que se deja, por reconocer lo vivido, por extraer la mejor experiencia de esa relación, mirando las consecuciones, haciéndose cargo de los sentimientos allí proyectados. Solo así uno gana enriquecimiento. No hacerlo de este modo procura la merma, la insuficiencia, la carencia, por muy buena intención que se tenga.

Por este camino, además, no hay buenos ni malos, solamente hombres y mujeres que en su andar por la vida se encontraron y cumplieron un cometido, impuesto muchas veces por lo más grande, otras veces por la red familiar de forma inconsciente, y otras más por el destino. La vida nos proveyó entonces por esta vía. ¿Puede hacerse algo en sentido diferente? Si alguien quiere, que lo pruebe; pero la experiencia muestra que reconocer, honrar y respetar a la pareja (de hoy o previa) es la ruta correcta.