
Las nuevas autoridades municipales que nos gobernarán a partir de los primeros días de octubre han comenzado a participar en un programa de capacitación que organiza el gobierno del estado, con miras a que los nuevos alcaldes, síndicos y regidores se lleven algunos tips para que las responsabilidades que van a asumir no los agarren, literalmente, con los dedos en la puerta.
Recuerdo que la iniciativa de estos programas previos con el abecé básico y elemental de “cómo gobernar un municipio y no morir en el intento” lo arrancó en los años en que el PAN se asentaba en el gobierno estatal el extinto Ramón Martín Huerta.
La agenda incluía talleres y diplomados en universidades e instituciones en el extranjero, España entre los puntos.
Quizás la cancelación de estas giras foráneas tiene algo que ver con un refrán. “Lo que natura non da, Salamanca non presta”.
La inauguración de este programa en su edición 2015, que en unos cuantos días no resolverá el bajo perfil con el que llegan muchos de estos munícipes, pero al menos podrán hacer un acordeón para casos de emergencia, comenzó de una forma muy peculiar.
Los discursos del secretario de gobierno, Antonio Salvador García, y del gobernador Miguel Márquez Márquez, abandonaron las formas protocolarias. Ante las autoridades municipales electas presentes, la parte medular de las intervenciones de ambos no recayó en la futura gobernabilidad y la administración eficiente que deberán llevar en sus respectivos municipios. No señor.
De alguna sección de librería titulada “Consejos que tendría que poner en práctica yo primero”, el secretario y el gobernador recomendaron austeridad. Aconsejaron “no treparse al ladrillo”. Pidieron que de ninguna manera entren los moches a alguna de las 46 casas municipales. Oídos sordos a las voces de la tentación. Alejar las malas compañías que ofrecen la tentación del dinero y del poder fáciles. No al cuatismo, sí a la honradez. Nada de creerse la mamá de los pollitos o que sólo sus chicharrones truenan. Olvídense de despilfarros, moches.
Nada de que llegando al gobierno municipal abren la chequera de los dineros públicos para comprarse una suburban.
“No hagan cosas buenas que parezcan malas. Nada en lo oscurito”, les dijo el secretario de gobierno.
“Tienen que ser muy honestos”, les dijo el gobernador.
Varios de estos nuevos presidentes municipales no son tan nuevos, además de que en una o varias campañas en las que han participado, con certeza escucharon éste como uno de los principales reclamos o una de las más urgidas peticiones de los ciudadanos que los siguieron, a los que en primera instancia tendrían qué atender y responder. Eso se espera, pues.
Varios de estos nuevos alcaldes, regidores y síndicos ya fueron alcaldes, otros regidores o síndicos… difícilmente intocados por la mano corrupta o que corrompe.
Porque la corrupción es el mal nacional. Todo al que toca lo ensucia, lo pervierte en menor o mayor medida. El gobierno del estado no ha sido la excepción en la propagación de este mal. Hay casos y causas pendientes, funcionarios prófugos, auditorías que han derivado en denuncias penales que se congelan en los archivos de la Procuraduría de Justicia, servidores omisos o inmersos, amigos y compadres que gestionan desde el derecho de picaporte.
Ha sido el del gobernador Márquez, en todos los tiempos, el discurso de la honestidad y la honradez personal que, si bien le reditúa la credibilidad suficiente a la mitad de su sexenio, resulta insuficiente para cobijar a la totalidad de su administración.
Un buen discurso para aplicarlo en casa.