Ecos de Mi Onda

Ayer fui la morsa, pero ahora soy John

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Life is what happens to you while you’re busy making other plans.

John Lennon

(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Si John Lennon aún viviera, el pasado 9 de octubre hubiera cumplido setenta y cinco años de edad. En lugar de eso, el 8 de diciembre de 1980, entrando a su casa después de un día de trabajo, fue asesinado de varios balazos por un individuo que decía ser su admirador. Acababa de salir a la venta el álbum Double Fantasy, grabado después de un período de inactividad musical de alrededor de seis años, en el que se dedicó de tiempo completo a la atención de su hijo Sean. Es posible que esa decisión inesperada, que al gran público le parecía de indolencia, haya sido motivada, en cierta forma, por algún resabio de culpa por la escasa compañía que le brindó a su primer hijo Julian; es posible también que la edad, ya en la treintena, así como el recuerdo de las desventuras de su infancia lo hayan sensibilizado —Father, you left me, but I never left you. I needed you, but you didn’t need me. So I, I just got to tell you, goodbye, goodbye—. Sólo él lo supo en vida.

Yo conocí a John Lennon. ¿Conocí a John Lennon? Claro que es un decir, pero sí, lo conocí a él a Paul, George y Ringo, a través del fenómeno Beatle, que llegó a México después de la primera gira del grupo por Estados Unidos en 1964. Era apenas un adolescente de secundaria cuando los vimos en los noticieros, en blanco y negro, proyectados en el intermedio de las funciones de cine, ante las multitudes y el griterío ensordecedor de las fanáticas. Para mediados de los años sesenta, la frecuencia con la que las estaciones de radio transmitían las canciones de los primeros álbumes era permanente, para beneplácito del número significativo de jóvenes, que en León fuimos atrapados por su música. Pronto reconocimos la peculiar voz de John, cantando las canciones más exitosas de la dupla Lennon-McCartney.

El primer disco que compré de The Beatles fue de aquellos de vinilo, EP 45 revoluciones, de Capitol Records, que contenía por un lado (en español) Ella te Ama y Quiero estrechar tu mano, y por el otro La vi Allá y Serás Mía, con una portada en la que Lennon frente al micrófono ocupaba la mitad del espacio y a un lado Paul y George haciendo coros y Ringo con su batería. Ya había escuchado muchas veces estas canciones por la radio, pero llegar a la casa y poner el disco en la consola, la aguja tocando suavemente la superficie negra vinílica del surco musical y escuchar los sonidos iniciales de esa especie de estática y enseguida el estruendo de She loves you yeah, yeah, de verdad nos generaba una emoción genuina, sentíamos estar frente a un fenómeno inédito que pronto explotaría en nuevos y brillantes sonidos mágicos y misteriosos… Because she loves you and you know that cant´t be bad, yeah, yeah, yeah.

La vena lírico-musical de John en los primeros álbumes, abordaba el tema de los amores juveniles, transitando desde un malabarismo entusiasta, vibrante y tierno —And when I touch you I feel happy, inside, it´s such a feeling that my love I can´t hide— hasta ese estado de particular melancolía, miedo e inseguridad, usual en las primeras relaciones con las chicas, con decepciones amorosas, penas y llantos. Canciones como Soy un perdedor, No quiero estropear la fiesta, o Sin respuesta, nos referían al inquieto y rebelde Lennon, transformado en un joven tímido, apocado, inseguro, como a veces éramos nosotros, pero que sacaba fuerzas de flaqueza para responder, si la chica amada lo cambiaba por otro ¡no!, si me dejaste, no hay segunda oportunidad. Not a second time, con el extraordinario solo de piano de George Martin.

John tuvo una etapa de conducta acomplejada, que se evidenció en dos hechos: una apariencia física en la que se notaba pasado de peso y la grabación de Help!, en 1965, canción sobre la que comentó, había compuesto en un estado anímico lleno de presiones por la fama, que ya le costaba trabajo soportar. Posteriormente vino un lapso de cierto equilibrio y gran creatividad, en parte influida por la amistad con Bob Dylan. Las letras comenzaron a ser más reflexivas, explorando los rincones de su complejo mundo interior, pero sin descuidar la calidad melódica, para que fluyeran canciones inolvidables, como In my life, Norwegian Wood, Girl, o Nowhere man, esta última alejándose del tema amoroso recurrente, para enfocarse en el hombre cotidiano, sentado en la tierra de ninguna parte, haciendo planes para nadie en ninguna parte. El hombre moderno que muchas veces sólo ve lo que quiere ver, oír lo que quiere oír, sin tener una opinión propia, pero que puede, incluso, llegar a gobernar el mundo… alguien un poco como tú o como yo.

Los Beatles estaban en la cúspide de la fama después de lanzar el álbum Rubber Soul, cuando en una entrevista para el diario London Evening Standard, un Lennon algo petulante intelectual, externó una vana y polémica opinión sobre las religiones, ahora somos más populares que Jesucristo, afirmó. En Europa esta declaración no tuvo trascendencia, pero cuando se publicó en Estados Unidos, la controversia no se hizo esperar, afectando al grado de casi cancelarse la tercera gira a ese país, en donde se realizaron actos de quema de discos y manifestaciones de repudio a los Fab Four. La gira se realizó en una atmósfera de alta tensión y Lennon prácticamente fue obligado disculparse, no tanto por su postura ideológica, sino por motivos mercantiles: las pérdidas económicas hubieran sido exorbitantes con la eventual cancelación.

En el mundo veleidoso y volátil del show business el suceso fue quedando en el olvido, pero las presiones que tuvo que soportar John se sumaron a los factores que lo indujeron al consumo de drogas, pasando de los recreos con mariguana a los efectos psicodélicos del LSD y el brinco a la heroína. No por consumir drogas se adquiere talento y creatividad; por tanto, bajo estas condiciones, los dones artísticos de Lennon afloraron en obras que ahora son indiscutibles en el catálogo de la música contemporánea, editadas específicamente en los álbumes Revolver, Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band, el Álbum Blanco y Magical Mistery Tour, con canciones como Tomorrow never knows, I´m only sleeping, Lucy in the sky with diamonds, A day in the life, Strowberry fields forever, Yer blues, o I am the walrus, sólo por citar algunas. Pero el mundo Beatle se desmoronaba y ni el acercamiento con la Meditación Trascendental del Maharishi Mahesh Yogi lo pudo evitar y la muerte de su manager Brian Epstein aceleró el principio del fin. El último concierto de los Beatles fue el 30 de enero de 1969, en la azotea del edificio de Apple en Londres. Como dato interesante, cabe subrayar que el primer concierto en una azotea fue realizado en 1968 por el grupo Jefferson Airplane en Nueva York, promovido y filmado por el cineasta francés Jean-Luc Godard.

La manzana verde fue muy poca fruta para alimentar a cuatro voluminosos egos, que no ocultaban su fastidio frente a las cámaras en la filmación de Let it be. Sólo quedó aliento para despedirse con un disco fenomenal, Abbey Road, digno marco para la despedida. En la portada Lennon caminaba al frente, marchando sobre el paso de cebra, hacia su propio destino. El papel de Yoko Ono en la disolución del grupo no es claro, pero quizá se relacionó con una pregunta existencial, que el mismo Lennon ya se planteaba con insistencia: ¿Quién eres?Soy uno de los Beatles, soy la morsa— respondía. No ¿quién eres tú aquí y ahora mismo?  

Su primer disco de estudio, John Lennon/Plastic Ono Band de 1970, es una muestra del afán de desprenderse de la careta de morsa. Instrumentación básica, guitarra, batería, bajo y piano, con arreglos simples y efectivos, más el atrevimiento de mostrar flaquezas, hurgando en el fondo de sus traumas para lanzarlos al espacio en gritos desgarrados, asiéndose al amor de Yoko, como una cuerda de salvación para evitar el fatal desplome. Mother es un genuino reclamo infantil liberador. Desde luego que no se trata de temas de corte comercial ¿A quién le puede importar que John les cante a los padres ausentes? Lo mismo puede decirse de God, el manifiesto de su escepticismo y del deseo de renovarse en su ser, desprendiéndose con cierta melancolía y para siempre, creo yo, de la piel Beatle, lo que muestra en sus nuevas composiciones, que también incluyen un espíritu político renovado, con mucho más seguridad y convencimiento, el caso de Working class hero frente a Revolution, por ejemplo (Power to the people sería otra gran composición de corte político, grabada en 1971). En Isolation canta a la soledad del ser humano víctima de su propia locura, siendo dramático, y muy actual, el vaticinio de la estrofa final: The sun will never disappear, but the world may not have many years.

Se dice que una diferencia entre Lennon y Dylan es que el segundo describe a través de sus canciones memorables, emociones y sentimientos ajenos, mientras que John se dedicaba a describir poéticamente sus propias emociones. Esto ha permitido a los interesados en su obra, acercarnos, con las limitaciones del caso, a un ser humano controvertido, rebelde, soberbio y pendenciero en su juventud, pero que trató de darle un giro real a su vida, interesándose en proclamar musicalmente el lado positivo de la existencia, en un mundo violento e injusto, en el que priva la mezquindad, lo que se compendia en su canción más celebrada, Imagine, y que con Give peace a chance y Happy Christmas (war is over), resultan un llamado a considerar seriamente la opción de la paz, la justicia, el respeto, la tolerancia, la solidaridad y la concordia, si queremos que este planeta que tenemos, sea un lugar adecuado para la vida humana. Por contradictorio que parezca, esto lo convirtió en transgresor ante el gobierno estadounidense, por meterse en asuntos de orden interno. Los intereses de la guerra de Vietnam eran muy importantes, como para que un idealista melenudo se entrometiera en tratar de detenerla con unos simples cantos de paz, que alborotaban a la muchachada.

John Lennon murió víctima de la violencia y aquella frase desafortunada de su juventud lo persiguió en el tiempo y en los espacios de una sociedad consumista propiciadora de ídolos y culto a la personalidad. En el Gran Admirador convivían los sentimientos encontrados de odio y devoción (llegó a firmar en la bitácora como John Lennon). Su ídolo era el bien y el mal, el adalid y el blasfemo. Eliminarlo sería la purificación de ambos.

Ya no está en el planeta, pero como el Che Guevara, representa una de las imágenes más reproducidas de la historia, y en cada una de sus canciones encontramos trozos del alma de un personaje de carne y hueso. Para unos un hombre vulnerable, soñador e idealista, para otros sólo un músico millonario excéntrico, pero su calidad artística es innegable, creo que difícilmente alguien podría demostrar lo contrario. Nuevamente se cumple un aniversario luctuoso, extrañamos su música y opiniones punzantes.