El Laberinto

Vivir sin…

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

¿Qué es un dedo? Una triste porción de nuestro cuerpo, casi una nada en términos de escala, una eterna presencia, que damos por hecho, al final de nuestra mano, siempre listo para ayudarnos a rascarnos o a teclear en la computadora. Eso y otras cosas de ese corte y profundidad, pensaba cuando, durante una práctica obligada de educación física me pusieron a jugar voleibol y mi dedo recibió un cruel balonazo.

La enfermera de la escuela, ante mis quejidos, más de indignación por haberme lastimado haciendo algo que no me gustaba que de dolor agónico, determinó que no había fractura y ni paracetamol quiso darme antes de enviarme a mi casa y al llegar a casa fue que comenzó la verdadera penuria.

Desde el momento de introducir la llave en la chapa sospeche que algo no marchaba bien, el pulgar, aquella minucia, punzaba cada que tenía que imprimir fuerza con él, abriendo puertas, con el celular, tratando de hacer la tarea y hasta para cambiarle al televisor y usarlo era inevitable siendo yo tan torpe con la izquierda.

Reza el refrán que el diablo esta en los detalles, y nunca es más cierto como cuando a los detalles, a las pequeñas cosas que damos por hecho o que de plano ignoramos, se les mete el diablo, para recordarnos nuestra precaria condición, esa donde nada es seguro.

Un dedo es entonces una parte de mi, una tan fundamental como una pierna, tan grande en su función como es pequeño en tamaño, así igualmente en nuestra vida los seres y objetos que nos rodean merecen atención y cuidado antes de que nos duela lastimarlos o perderlos.