Histomagia

En las copas de los árboles…

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Guanajuato tiene una geografía avasallante a la vista, pues parece que sus callejones suben hasta el cielo donde quizá puedas encontrar algún ángel que te lleve a las alturas y jamás te regrese.

Imagen5Para los que no saben, la ciudad se configura en barrios, por lo que es común entre los habitantes, cuando platican, preguntar de qué barrio eres como para tener en claro ciertas lealtades entre ciudadanos de barriada. Eugenia, tía de mi alumna Laura, alguna vez vivió en el barrio de Dos Ríos y me dice que eso de subir muy alto a veces no es tan grato, porque vivir lo que ella vivió no se lo desea a nadie, a nadie.

Cuenta que cuando era niña una ocasión en que estaba dormida, repentinamente sintió que alguien estaba mirándola dormir, entreabrió los ojos y vio a un ser muy alto, de pie, junto a un lado de su cama, un ser que no pudo distinguir bien pero que con una seguridad imperturbable, se acercó a ella para tomarla en vilo entre sus brazos. Por un instante ella cerró los ojos pensando: “estoy soñando, no es real”, hasta casi esbozó una sonrisa como descalificando lo que estaba viviendo, cuando de pronto siente en su rostro el viento frío de la madrugada. Asustada, de inmediato abre los ojos y se ve posada arriba de uno de los árboles que tenía su abuelita en su huerta atrás de la casa, sí en la copa de uno de los árboles más altos. Desconcertada se aferra a la copa y entre vaivén y vaivén de las altas ramas, mira a su alrededor y ve las luces de la ciudad que desde allá es tan pequeñita… a la vez ella trata de entender y de explicarse la causa de estar viviendo eso, cuando de repente recuerda a ese ser que la llevó hasta ahí, gira lentamente su cabeza y lo ve ahí, parado a una distancia breve como flotando, es entonces cuando se da cuenta él es un hombre muy alto que trae puesta una careta grotesca de hierro forjado de manera artesanal asida a su rostro. Eugenia decide verlo cara a cara y, ayudada por la luz de la luna llena,  sólo atina a aguzar los sentidos y entonces es cuando ve su anormal boca y esas cuencas de los ojos, negras como la misma noche, cuencas que la hacen sentir observada y atraída a la oscuridad más profunda que haya imaginado jamás. Aterrorizada, ve cómo ese hombre se le va acercando poco a poco, no atina a qué hacer, no tiene mucho espacio para moverse…desesperada mira hacia abajo como buscando la manera de escapar, de regresar de lo que ella cree es un sueño, y es entonces que se da cuenta que la altura es demasiada y que no lograría nada con aventarse al vacío…por reflejo cierra sus ojos y en un segundo aparece acostada en su cama como entreabriendo los ojos, como en el momento exacto en el que vio al ente a un lado de su cama. Aliviada, piensa que fue un sueño, que son los nervios tan vívidos de una pesadilla y se vuelve a dormir.

Días después, Eugenia vuelve a sentir la sensación de ser observada, esta vez no quiere abrir los ojos, pues sabe que es ese ser la quiere cerca en la inmensidad del paisaje visto desde la copa de ese árbol. Y así lo decide, no abre los ojos y muerta de miedo escucha los pesados pasos del hombre acercándose a su cama  y siente cómo poco a poco unas manos heladas y unos pesados brazos que la levantan,  la cargan con una delicadeza que cree que ese ser cae en el sopor de una especie de enamoramiento por ella, lo que le da una inverosímil seguridad de que no la lastimará. Ahora sí pone más atención y lo escucha respirar afanosamente como si hubiera corrido mucho, mucho, y percibe de pronto el olor fétido de la horrible boca del espectro. En segundos, vuelve a sentir el aire frío en su cara y sabe que está otra vez en la cima del mundo, posada en la copa de ese mismo árbol de días atrás, pero esa vez cuando ella decide abrir sus ojos, ve de inmediato la boca y dientes amarillos del hombre que ya no la contempla desde cierta distancia sino que ahora se está acercando moviendo su cabeza y hablándole en un lenguaje ininteligible, intentando decirle el porqué de su presencia y a la vez, la contempla con una curiosidad malsana, ambigua. Él quiere acercarse a ella, mirándola sin mirar, pues la oquedad de sus cuencas lo hacen extender sus brazos para buscarla y asirla para siempre y no dejarla ir jamás. Antes de volver a sentir en su cuerpo esa piel fría, Eugenia se arroja al vacío no importándole los chicotazos de las ramas al caer, ni los golpes recibidos con su caída ni el esquince en su pie izquierdo, lo que ella deseaba era entrar a la casa, a esa casa que desde arriba veía tan pequeñita y lejana…ni siquiera volteó para cerciorarse si el espectro la seguía o no, ella anhelaba llegar a la puerta de la casa de su abuela, entrar y no volver a ver jamás a ese ser extraño, porque por una extraña razón ella tenía la certeza de que si no volteaba a verlo desaparecería. Casi arrastrándose,  en el colmo del horror, toca la puerta sintiendo al hombre que se acercaba cada vez más y más, para este momento, ella ya gritaba que le abrieran, que por favor le abrieran, no era posible que no la oyeran. El momento se le hizo eterno, porque nadie salía en su auxilio, la noche estaba iluminada  e inexplicablemente callada, silenciosa, que por eso le extrañó que no la oyera nadie, era como un sopor mágico que la tenía a ella en la desesperación total, pero a la vez en una especie de sueño raro, pero no, no lo era, porque ella estaba sola y sabía que ese hombre llegaría para llevársela otra vez. Llorando ya, resignada a su fatal destino, sintió cómo una mano casi la toca en el hombro, y en ese preciso instante, la puerta se abrió y se echó a los brazos de su abuela quien no atinaba en por qué ella no estaba en su cama. Eugenia volteó y vio cómo el ser se desvaneció, su abuela sólo la abrazaba y ella jamás vio al ser.

A la mañana siguiente, cuando Eugenia les contó lo sucedido a sus hermanos, ellos no le creyeron, ni aunque les mostró las heridas y golpes recibidos por la caída. A la fecha no le creen, pese a que ella tiene una cicatriz en su pie izquierdo que le recuerda que no fue un sueño, que en realidad pasó, que esos seres extraños existen y que ella fue la sobreviviente de un hecho sobrenatural. ¿Quieres conocer a Eugenia y te cuente, de viva voz sus historias? Ven, lee y anda Guanajuato.