Una Colorada(vale más que cien Descoloridas)

Felicidad

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(Foto: Especial)
(Foto: Especial)

Una de las búsquedas más constantes de la humanidad se vincula con la felicidad y esta a su vez tiene que ver con todo tipo de festividades. Para recordar que apenas en el 2013, se instauró el 20 de marzo como el Día de la Internacional de la Felicidad, Ban Ki-Moon declaró: “En estos momentos de graves injusticias, guerras devastadoras, desplazamientos masivos, miseria absoluta y otras causas de padecimientos provocados por el hombre, el Día Internacional de la Felicidad es una oportunidad mundial para proclamar la primacía de la paz mundial, el bienestar y la alegría”

Este pensamiento más el hecho de vincular el “poner fin a la pobreza, reducir la desigualdad y proteger nuestro planeta” como tres de los 17 objetivos del desarrollo sostenible en el nivel de pre-disponentes de la felicidad, nos conminan a reconocer que aun en los grupos más sencillos estos ríen, disfrutan y en general se sumergen en una etapa emocional de satisfacción. Las tribus más antiguas y aun hoy las que mantienen intactas sus costumbres ancestrales, pueden decir que la tristeza llega cuando perciben que no hay garantía de bienestar, en cuyo caso discurren rituales y celebraciones que se los propicie.

El mes de marzo —sobre todo en las culturas del hemisferio norte— contiene en sí mismo muchas celebraciones, el inicio de la primavera es un ejemplo. Para los judíos estas fechas coinciden con el recuerdo de su salida de Egipto, lo cual fue liberación de cierto tipo de esclavitud, definición de su futuro y su sociología particular. Dado que su entorno en marzo es muy caluroso, ellos piden por la presencia constante del rocío —que por cierto les dio de comer en su peregrinar por el desierto— incluyen ruegos por la abundancia de los satisfactores básicos y agradecen siempre el haber llegado a lo que hoy son.

La mayoría de los rituales de pueblos indígenas —sobre todo en Latinoamérica— son una suerte de defensa de su cultura; amenazada lo mismo por la voracidad minera, la irracionalidad comercial, la destrucción de su entorno —selvas, bosques, montañas etc.— y la incomprensión de su sentido de vinculación con la tierra, lo cual les conmina a danzar descalzos, a veces desnudos y cantar en derredor de una hoguera donde además se ofrecen alimentos que por siglos han consumido y que la Tierra les ha ofrecido.

Si las máquinas les expulsan, ellos con facilidad se entristecen y hasta deprimen, por lo cual son fácil presa del alcohol y toda suerte de “distractores” para estimular su evasión del problema. ¿El Día Internacional de la Felicidad también les incluye a ellos y a los que huyen de la guerra, el desempleo y la injusticia?

Dado que la celebración de la pascua cristiana, al igual que ocurre con la hebrea, no está establecida en un día determinado, el Día de la Felicidad coincidió ayer con el llamado Domingo de Ramos —en el credo católico y de recordatorio de la entrada triunfal a Jerusalén en las evangélicas— en el que Jesús de Nazaret, al igual que lo judíos de su época, marchó dirigiéndose al templo de Jerusalén y, según coinciden todos los relatos que resumen las buenas nuevas, fue recibido con inmensa alegría justo una semana antes de que Cristo cambiara el sentido de celebración de la Pascua, lo cual se recuerda hoy con inmensa felicidad en el “Domingo de Resurrección”.

Paralelo a la celebración había distorsiones como hoy ocurre: el templo estaba lleno de comerciantes que vendían, ensuciaban y trasformaban la casa de oración en un mercado; algo similar a lo que instauró Camacho Solís, al darle amplios márgenes al comercio informal que ocupa banquetas, carriles de circulación de vehículos, parques, plazas y todo lo que nos hace infelices pues se enmarca en la corrupción y la impunidad. ¿Qué pasaría si el hijo de Dios bajara con el lazo justiciero a ponerles límites? ¿Cómo es que se extinguieron las gentes que con sentido común, entienden que las piezas teatrales son en teatros, los bailes en salones, los conciertos en salas diseñadas para este propósito y que se reserve los estadios para los deportes, los actos cívicos en la plazas y no en los parques destinados para el descanso y el bienestar de ancianos, niños y gente que cada vez tiene menos espacios para ser feliz?

No me resulta muy comprensible que el símbolo de la felicidad sean los pájaros enojados, como paladines de la búsqueda del equilibrio climático y ante el exceso de fiestas —por la inauguración de un nuevo show en Teotihuacan o la infinidad de reuniones juveniles que inician en la media noche y terminan al amanecer y sin control de la ingesta de drogas— viene a mi mente el recuerdo del salón 2 de la generación 65 de abogados donde los alumnos llevaron mariachi para celebrar el cumpleaños del maestro Luis Recasens Fiches. La felicidad fue interrumpida por el maestro Floris Margadant, de origen holandés, quien con gran parsimonia y voz de autoridad dijo: “Los excesos de fiestas están estrechamente relacionados con los pueblos menos desarrollados, un ejemplo de ello es España. Por favor no olviden que esta es la Universidad, este un salón de clases y muchos alumnos quieren aprender, cosa difícil con el ruido que Ustedes hacen”. ¡¡¿¿??!!

Y sí, el ruido era notable, hasta los que no éramos de ese grupo nos acercamos a la fiesta y ahora pienso que, tal vez en su infancia al maestro Margadant nadie le obsequió un Huevo de Pascua, que por cierto pocos asocian con la fertilidad como ocurre en muchos países europeos.

Sea como sea, lamento que no haya habido fiesta el 18 de marzo y espero que esta semana sean felices, sobre todo por tener la oportunidad de reflexionar en la posibilidad de trascendencia que Dios nos ofrece más allá de las torpezas, caprichos y veleidades de muchos de nuestros gobernantes.