Candil de la Calle

Jorge R. Pantoja: seguir yendo al cine

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“Sabe más de cine que yo, pero se olvida a ratos de los amigos”.

Ésta es una frase atribuida a Carlos Monsiváis que a Jorge Rogelio Pantoja Merino le gustaba escuchar, leer y que aparece al final de su biografía publicada en los libros que escribió sobre cine.

“De cinefilia, cinefagia y cinenáutica” fue uno de ellos, editado por la Universidad de Guanajuato.

Cinenauta, lo describió su amigo Arturo Miranda, unas horas después de que fuimos enterados de su fallecimiento, aquejado por los males del cuerpo.

“Al pasar los años, muchos ya, he de confesar que de cuanto me ha tocado en suerte hacer, una de las fruiciones que me toca reclamar es seguir yendo al cine, con frecuencia tal, que cuando niño me procuró reprimendas. Me acostumbré al baqueteo y me curtí. Tras el gateo cinematográfico no aprendí la lección e insistí en ingerir y rumiar películas, aunque ya no en las cantidades industriales prescritas por Henri Laglois, pero sí, cuando estudiante de la UNAM, para quedarme sin mesada desde el principio del mes…”.

Son un pincelazo de los abundantes recuerdos de Jorge Pantoja consignados en sus libros. Él, un cinenauta, concepto explicado también:

“Francisco Sánchez introduce en el vocabulario cinematográfico el concepto de cinenáutica: aquellos espectadores que ya peinamos canas crecimos educados en el entendido de que cada filme constituía un hecho taumatúrgico”.

El cinenauta comprendió a muy temprana edad, que el cine se convertiría en la memoria de la identidad de un pueblo, de un país, de una sociedad. Y también desde  muy temprano, comenzó a escribir anotaciones que se convirtieron en reseñas, que al paso de los años llegaron a las pantallas de las televisoras universitarias nacionales, TV UNAM y Canal Once, además de la televisora estatal guanajuatense, TV 4, y que nos introdujeron a todos los espectadores en el contexto de las historias que veríamos a continuación, enganchados ya.

“A mi cuatita…” comienza la dedicatoria de ése libro en mis manos. Cuánta gratitud –que le pude expresar- para este hombre junto a quien siempre me sentí tan ignorante, desconocedora del mundo, que disfrutaba describiéndome Nueva York, el cine, con la misma intensidad con la que sombríamente hablamos de algunas soledades, de los tormentos del espíritu en cada uno.

Por él me asomé al cine mudo, a Buster Keaton y a Los tres chiflados.

Por él, gracias al esmerado cultivo que por generaciones hizo a través de convenios con distintas instituciones nacionales e internacionales, el Cine Club de la Universidad de Guanajuato estuvo a la altura del privilegiado Distrito Federal, hoy Ciudad de México. Cuántos lo hemos disfrutado.

Ese sino dejó y resultaría impensable que se pudiera retroceder en este espacio.

Jorge Rogelio Pantoja Merino cumplió con creces la labor del extensionismo cultural a nombre de la Universidad de Guanajuato. Miles de estudiantes y de habitantes de la ciudad, abuelos, hijos y padres que han entrado a la sala del Cine Club y eventualmente (siempre) han regresado –con todo y el dramático cambio de sede del Teatro Principal a la sala Euquerio Guerrero- somos testigos de ello.

La huella personal queda en la memoria íntima. Hosco en el exterior (podía pasar por ególatra con facilidad); generoso, solidario y conversador amenísimo a su paso por mi vida.

La memoria colectiva, la que Jorge nos mostró, investigó, describió, documentó y recopiló durante prácticamente toda su vida y hasta su muerte, la podemos encontrar así, yendo al cine.